"Las celebraciones y eventos del 23 de febrero se sucedieron en todo el imperio, exigiendo derechos para las mujeres y defendiendo sus contribuciones. En las fábricas de Petrogrado, los radicales daban discursos sobre la situación de las mujeres, la iniquidad de la guerra, el imposible coste de la vida. Pero ni siquiera ellos esperaban lo que ocurriría después.
Al acabar las reuniones y actos, las mujeres comenzaron a salir de las fábricas y a marchar por diversas calles, con la consigna de más pan. Marcharon por los distritos más militantes de la ciudad -Víborg, Liteini, Rozhdéstvenski- llamando a la gente reunida en los patios de los edificios, desbordando las amplias calles, irrumpiendo en las fábricas y llamando a los hombres para que se unieran a ellas. (...) Abruptamente, sin que nadie lo planeara, casi 90.000 mujeres y hombres rugían en las calles de Petrogrado. Y ahora no gritaban solo para exigir pan, sino también el fin de la guerra. El fin de la detestada monarquía.
Con la noche no llegó la calma. El día siguiente se presentó con una oleada de protestas. Cerca de la mitad de la fuerza obrera de la ciudad se echó a la calle. Marcharon bajo banderas rojas (...). La policía de Petrogrado bloqueó los puentes. Pero los dioses climáticos mostraron su solidaridad, manteniendo el brutal invierno. Las calles estaban pavimentadas de nieve, y el Nevá seguía congelado. Los manifestantes descendieron a millares desde el terraplén hacia el hielo. Caminaron sobre las aguas.
En un telegrama a su gobierno, el embajador británico George Buchanan desdeñaba los disturbios, describiéndolos como nada que revista seriedad. Casi nadie tenía, en ese momento, idea alguna de lo que había comenzado".
China Miéville: Octubre. La Historia de la Revolución Rusa.