jueves, 14 de diciembre de 2017

Casi nadie tenía idea alguna de lo que había comenzado.

"Las celebraciones y eventos del 23 de febrero se sucedieron en todo el imperio, exigiendo derechos para las mujeres y defendiendo sus contribuciones. En las fábricas de Petrogrado, los radicales daban discursos sobre la situación de las mujeres, la iniquidad de la guerra, el imposible coste de la vida. Pero ni siquiera ellos esperaban lo que ocurriría después.

Al acabar las reuniones y actos, las mujeres comenzaron a salir de las fábricas y a marchar por diversas calles, con la consigna de más pan. Marcharon por los distritos más militantes de la ciudad -Víborg, Liteini, Rozhdéstvenski- llamando a la gente reunida en los patios de los edificios, desbordando las amplias calles, irrumpiendo en las fábricas y llamando a los hombres para que se unieran a ellas. (...) Abruptamente, sin que nadie lo planeara, casi 90.000 mujeres y hombres rugían en las calles de Petrogrado. Y ahora no gritaban solo para exigir pan, sino también el fin de la guerra. El fin de la detestada monarquía.

Con la noche no llegó la calma. El día siguiente se presentó con una oleada de protestas. Cerca de la mitad de la fuerza obrera de la ciudad se echó a la calle. Marcharon bajo banderas rojas (...). La policía de Petrogrado bloqueó los puentes. Pero los dioses climáticos mostraron su solidaridad, manteniendo el brutal invierno. Las calles estaban pavimentadas de nieve, y el Nevá seguía congelado. Los manifestantes descendieron a millares desde el terraplén hacia el hielo. Caminaron sobre las aguas.

En un telegrama a su gobierno, el embajador británico George Buchanan desdeñaba los disturbios, describiéndolos como nada que revista seriedad. Casi nadie tenía, en ese momento, idea alguna de lo que había comenzado".

China Miéville: Octubre. La Historia de la Revolución Rusa.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Roles, géneros y exclusiones bajo el Capitalismo (I).

"Tomemos el rol de trabajador. En las sociedades capitalistas clásicas, dominadas por hombres, éste es un rol masculino, y no sólo en el sentido estadístico relativamente superficial. Existe por el contrario un sentido muy profundo en el que la identidad masculina está ligada en estas sociedades al rol de proveedor económico de la familia. La masculinidad consiste en gran parte en salir de casa a diario para dirigirse a un lugar de trabajo remunerado y volver con un salario que provee a los que dependen de uno. Es esta relación interna entre ser hombre y ser proveedor la que explica por qué en las sociedades capitalistas el desempleo puede ser psicológica, así como económicamente, tan devastador para los hombres. También arroja luz sobre la importancia de la lucha por obtener un salario familiar en la historia de los movimientos obreros y sindicales en los siglos XIX y XX. No fue una lucha por un salario concebido como un pago a un individuo carente de género por el uso de su fuerza de trabajo, sino por el contrario, como pago a un hombre para que sostenga a una esposa y unos hijos económicamente dependientes. Esta concepción, por supuesto, legitimaba la práctica de pagar menos a las mujeres por un trabajo igual o comparable.

La connotación masculina del rol de trabajador está confirmada por el carácter exasperado y tenso de la relación de las mujeres con el trabajo remunerado en el capitalismo clásico dominado por el varón. (...) No es que las mujeres estén ausentes del lugar de trabajo remunerado, sino que están presentes de manera distinta: por ejemplo, como trabajadoras de "servicios" feminizados y en ocasiones sexualizados (secretarias, empleadas domésticas, vendedoras, prostitutas y azafatas); como miembros de "profesiones asistenciales" que utilizan habilidades maternales (enfermeras, trabajadoras sociales, cuidadoras de niños, maestras de educación primaria); como objetos de acoso sexual; como trabajadoras mal pagadas, poco cualificadas y de baja categoría en ocupaciones segregadas por sexos; como trabajadoras a tiempo parcial; como trabajadoras con doble turno (trabajo doméstico no remunerado y trabajo remunerado); como esposas y madres que, de manera secundaria, salen a trabajar; como "proveedoras complementarias" de ingresos. Estas diferencias en la calidad de la presencia de las mujeres en el trabajo remunerado atestiguan la disonancia conceptual entre la feminidad y el rol de trabajador en el capitalismo clásico".

Nancy Fraser: "¿Qué hay de crítico en la teoría crítica? El caso de Habermas y el género".