viernes, 21 de julio de 2017

Ni las mujeres ni la tierra.

"En África Oriental, no sólo los funcionarios coloniales, los misioneros y después los granjeros impusieron el cultivo comercial a expensas de la producción alimentaria, sino que también excluyeron a las mujeres africanas, que realizaban la mayor parte de los trabajos agrícolas, del aprendizaje de los sistemas modernos de agricultura y de asistencia técnica. Invariablemente privilegiaban a los hombres en lo tocante a las asignaciones de terrenos, incluso cuando se ausentaban de sus casas. Gracias a esto, además de erosionar los derechos tradicionales de las mujeres en relación con su participación en los sistemas de tierras comunales y como cultivadoras independientes, los colonizadores y los granjeros de este tipo introdujeron nuevas divisiones entre hombres y mujeres. Impusieron una nueva división del trabajo, basada en la subordinación de las mujeres a los hombres, que según los esquemas colonialistas incluía la cooperación no remunerada con sus maridos en la labranza de los cultivos comerciales.

De todas maneras, las mujeres no aceptaron sin protestar este deterioro de su posición social. En el África colonial cada vez que temían que el gobierno fuera a vender sus terrenos o a apropiarse de sus cultivos se rebelaban. Ejemplar fue la protesta de las mujeres que se organizaron contra las autoridades coloniales en Kedjom Keku y en Kedjom Ketinguh (noroeste de Camerún, entonces bajo mandato británico) en 1958. Furiosas por los rumores que afirmaban que el gobierno iba a poner a la venta sus tierras, 7.000 mujeres marcharon repetidas veces sobre Bamenda, capital de la provincia en aquel momento, y en su más larga estancia acamparon fuera de los edificios administrativos de los colonos británicos durante dos semanas, cantando fuertemente y haciendo sentir su alborotadora presencia.

(...) Se produjeron luchas similares durante los años cuarenta y cincuenta por toda África, en las que las mujeres se resistían a la introducción de cultivos comerciales y al trabajo que este cultivo les imponía y que les apartaba de sus cultivos de subsistencia. La resistencia de la agricultura de subsistencia de las mujeres tiene que ser valorada, desde el punto de vista de las comunidades colonizadas, como la contribución que hicieron a la lucha anticolonial, en particular para la supervivencia de los luchadores por la libertad en los bosques (por ejemplo en Argelia, Kenia o Mozambique). 

(...) Gracias a estas luchas -a día de hoy reconocidas como principal causa del fracaso de los proyectos de desarrollo agrícola de los años sesenta y setenta-, una proporción considerable del sector de subsistencia ha sobrevivido en muchas regiones del mundo, pese al compromiso de los gobiernos, pre- y post-independencia, de impulsar un desarrollo económico de corte capitalista".

Silvia Federici: "Mujeres, luchas por la tierra y globalización: una perspectiva internacional".


lunes, 17 de julio de 2017

Contra los estándares de lo aceptable.

"Nuestra sociedad no puede concebir aún que una chica joven y relativamente cuerda elija dedicarse al trabajo sexual por otro motivo que no sea la desesperación. Va en contra de todos los estándares de lo aceptable para la mujer. También es importante marginar a las trabajadoras sexuales, no vaya a ser que nuestras tiernas hijitas se imaginen una carrera en lo que aún hoy es un tabú terrible. Hace cien años se declaraba ninfómanas enfermas a las mujeres que querían mantener relaciones sexuales más a menudo que sus maridos. Hoy, a pesar de que a las mujeres se les concede el derecho a la satisfacción sexual, el doble rasero sigue vigente y en plena forma, y se controla a las mujeres a través del miedo a la temida etiqueta de golfa. Convertirse en una trabajadora sexual cruza la línea que separa el territorio prohibido: ¿cómo nos atrevemos a usar nuestros cuerpos y nuestra sexualidad para ganarnos la vida o simplemente para expresar quiénes somos? ¿Quién nos ha dado el derecho al control absoluto sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad?

(...) Es cierto que muchas de las mujeres que empiezan a desempeñar un trabajo sexual lo hacen por motivos poco positivos, como por ejemplo para superar sentimientos de falta de autoestima o de odio hacia sí mismas. Pero también hay muchas mujeres que lo hacen porque disfrutan del sexo y les gusta la idea de tener relaciones sexuales por dinero, o al menos porque lo encuentran mucho menos opresor y mucho más lucrativo que algunas de sus otras opciones".

Candida Royalle: "Qué hace una chica como tú...", en VV.AA.: Porno feminista. Las políticas de producir placer.

sábado, 15 de julio de 2017

Los reductos no son suficientes.

"Ni siquiera poseer un estatus determinado dentro del mundo académico es una apuesta segura para sentirte más realizada o ser más creativa. La ausencia de un movimiento de mujeres fuerte dentro de las academias puede ser bastante sofocante, puesto que tienes que alcanzar estándares que no está en tus manos determinar y rápidamente empiezas a utilizar un lenguaje que no es el tuyo. Desde este punto de vista, no importa si tu campo es la geometría euclidiana, o si enseñas historia de las mujeres, incluso teniendo en cuenta que pese a todo los estudios sobre las mujeres nos proporcionan un enclave que, hablando en términos relativos, nos permite ser "más libres" a la hora de dedicarnos a estas tareas. Pero los reductos no son suficientes. Es nuestra relación con el trabajo intelectual y el mundo académico lo que debe cambiar. Los Women' Studies están reservados a quienes pueden pagarlos, a aquellas que están dispuestas a sacrificarse, añadiendo una jornada de estudio a la laboral con continuos cursos educativos. Pero todas las mujeres deberían tener la posibilidad de acceder a estudiar; mientras la educación sea una mercancía por la que tengamos que pagar, o un paso en la "caza de empleo", nuestra relación con el trabajo intelectual no podrá ser una experiencia liberadora.

(...) Estoy interesada en construir una sociedad en la que la creatividad sea una condición de las masas y no un regalo reservado a unos pocos afortunados, incluso aunque la mitad sean mujeres. Nuestra historia actual es la de miles de mujeres que agonizan sobre los libros, el cuadro o la canción que nunca podrán acabar o que ni siquiera pueden comenzar, porque no disponen de tiempo o dinero.  También debemos ampliar nuestra idea de lo que significa ser creativa. Porque en sus mejores momentos, una de las actividades más creativas se da cuando te encuentras envuelta en una lucha junto con otras personas, rompiendo los muros de nuestro aislamiento, comprobando cómo cambian nuestras relaciones con las otras, descubriendo nuevas dimensiones en nuestras vidas. (...) Bertolt Bretch decía que lo que el aburrimiento produce sólo puede generar aburrimiento y estaba en lo cierto. Pero para poder trasladar nuestros placeres y dolores a un papel o a una canción o a un dibujo, tenemos que tener la sensación de que somos capaces, lo suficiente para creer que nuestras palabras serán escuchadas".

Silvia Federici: "Devolvamos el feminismo al lugar que le corresponde".

jueves, 13 de julio de 2017

Contra la institución familiar.

"En el momento histórico en el que Marx escribió su obra, la familia nuclear y el trabajo doméstico no estaban desarrollados todavía. Lo que Marx tenía ante sus ojos era el proletariado femenino, que era empleado junto a sus maridos e hijos en la fábrica, y a la mujer burguesa que tenía una criada y, trabajase o no ella misma, no producía la mercancía fuerza de trabajo. La ausencia de lo que hoy llamamos familia nuclear no significa que los trabajadores no intimaran y copularan. Significa, sin embargo, que era imposible sacar adelante relaciones familiares y de trabajo doméstico cuando cada miembro de la familia pasaba quince horas diarias en la fábrica, y no había ni tiempo ni espacio físico para la vida familiar.

Sólo después de que las epidemias y el trabajo excesivo diezmasen la mano de obra disponible y, aún más importante, después de que diferentes oleadas de luchas obreras entre 1830 y 1840 estuviesen a punto de llevar a Inglaterra a una revolución, la necesidad de tener una mano de obra más estable  y disciplinada forzó al capital a organizar la familia nuclear como base para la reproducción de la fuerza de trabajo. Lejos de ser una estructura precapitalista, la familia, tal y como la conocemos en 'Occidente', es una creación del capital para el capital, una institución organizada para garantizar la cantidad y calidad de la fuerza de trabajo y el control de la misma. Es por esto que como el sindicato, la familia protege al trabajador pero también se asegura de que él o ella nunca serán otra cosa que trabajadores. Esta es la razón por la que es crucial la lucha de las mujeres de la clase obrera contra la institución familiar".

Silvia Federici y Nicole Cox: "Contraatacando desde la cocina".