lunes, 17 de julio de 2017

Contra los estándares de lo aceptable.

"Nuestra sociedad no puede concebir aún que una chica joven y relativamente cuerda elija dedicarse al trabajo sexual por otro motivo que no sea la desesperación. Va en contra de todos los estándares de lo aceptable para la mujer. También es importante marginar a las trabajadoras sexuales, no vaya a ser que nuestras tiernas hijitas se imaginen una carrera en lo que aún hoy es un tabú terrible. Hace cien años se declaraba ninfómanas enfermas a las mujeres que querían mantener relaciones sexuales más a menudo que sus maridos. Hoy, a pesar de que a las mujeres se les concede el derecho a la satisfacción sexual, el doble rasero sigue vigente y en plena forma, y se controla a las mujeres a través del miedo a la temida etiqueta de golfa. Convertirse en una trabajadora sexual cruza la línea que separa el territorio prohibido: ¿cómo nos atrevemos a usar nuestros cuerpos y nuestra sexualidad para ganarnos la vida o simplemente para expresar quiénes somos? ¿Quién nos ha dado el derecho al control absoluto sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad?

(...) Es cierto que muchas de las mujeres que empiezan a desempeñar un trabajo sexual lo hacen por motivos poco positivos, como por ejemplo para superar sentimientos de falta de autoestima o de odio hacia sí mismas. Pero también hay muchas mujeres que lo hacen porque disfrutan del sexo y les gusta la idea de tener relaciones sexuales por dinero, o al menos porque lo encuentran mucho menos opresor y mucho más lucrativo que algunas de sus otras opciones".

Candida Royalle: "Qué hace una chica como tú...", en VV.AA.: Porno feminista. Las políticas de producir placer.

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