"El gobierno había sido ambiguo respecto a la cuestión del sufragio femenino. Muchos, incluso en el movimiento revolucionario, vacilaron, advirtiendo que si bien apoyaban la igualdad de las mujeres en principio, concretamente las mujeres de Rusia estaban atrasadas políticamente, y sus votos por tanto corrían el riesgo de obstaculizar el progreso. Tras su retorno al país el 18 de marzo, Kollontai abordó directamente estos prejuicios.
¿Pero no es cierto que nosotras, las mujeres, con nuestras protestas sobre el hambre, sobre la desorganización de la vida rusa, sobre nuestra pobreza y los sufrimientos que trajo la guerra, fuimos las que despertamos la cólera popular?. La revolución, señaló Kollontai, nació el Día Internacional de las Mujeres, ¿Y no fuimos las mujeres las primeras en salir a las calles para luchar con nuestros hermanos por la libertad, e incluso, si era necesario, morir por ella?
El 19 de marzo, una gran procesión descendió hacia el Palacio de Táuride, exigiendo el derecho de las mujeres al voto: 40.000 manifestantes, principalmente mujeres, pero también muchos hombres. Si la mujer es una esclava, rezaban las pancartas, no habrá libertad. Ondeaban también banderas en favor de la guerra: este era una feminismo interclasista, de amplio espectro, obreras junto a mujeres bien ataviadas; liberales y eseritas junto a mencheviques y bolcheviques -aunque estos últimos, para decepción de Kollontai, no habían dado prioridad a la marcha-. El mal tiempo no acompañaba, pero las manifestantes no se arredraron. Llenaron la avenida que daba al palacio. Allí, Chjeidze intentó excusarse diciendo que no podía salir a reunirse con ellas porque había perdido la voz.
Ellas no la tendrían en esa ocasión. Pero el propio Chjeidze, por el Soviet, y Rodzianko, por el Gobierno Provisional, tuvieron que plegarse al movimiento. Lanzaron una ley por el sufragio femenino universal, que se aprobaría en julio".
China Miéville: Octubre. La Historia de la Revolución Rusa.