miércoles, 23 de mayo de 2018

Pero mi madre no podía vender a mi padre.

"Desde mis años de infancia, la vida me pareció incomprensible y cruel. Creo que tenía apenas seis años cuando me di cuenta de que en el mundo había propietarios y campesinos siervos, de que los propietarios podían vender a la gente, que mi padre podía separarnos a mi madre y a mí vendiéndola a ella a un propietario vecino y a mí a uno distinto; pero mi madre no podía vender a mi padre. Otro descubrimiento me impresionaba igualmente por su crueldad: los niños se dividían en legítimos e ilegítimos y a estos últimos los trataban siempre con desprecio y estaban expuestos a insultos y burlas, sin que se tuvieran en cuenta sus cualidades personales.

(...) Cuando la escuela se cerró, me inscribí en una gimnazia aunque esto me costó una pelea con mi padre. Allí conocí a una muchacha que me dio a conocer la literatura de los años sesenta, y comencé a devorar ansiosamente los periódicos que circulaban entonces, los poemas de Nekrásov y otros libros con una orientación política definida. (...) Cuando terminaban nuestras tareas escolares, nuestro grupo se precipitaba a las sesiones de tribunal, donde nos quedábamos a veces hasta la media noche. Veíamos las cuestiones sociales desplegarse ante nosotros, en escenas de la vida real. Entre otras cosas, vimos campesinos que habían sido despojados con engaños de sus tierras por el proceso de emancipación, juzgados por el cargo de rebelión, y mujeres que, no pudiendo soportar su esclavitud, sancionada legalmente, habían asesinado a sus esposos".

Elizabeta Koválskaya sobre su adolescencia en Járkov a finales de la década de 1860. Recogido en VV.AA.: Cinco mujeres contra el Zar.

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