lunes, 24 de septiembre de 2018

Que las mujeres son fieras salvajes.

"Los mineros de Greensburg, en Pennsylvania, se pusieron en huelga para conseguir un aumento de salario. Cobraban un sueldo vergonzoso. En respuesta a esta llamada, despidieron a los irlandeses, los de Pennsylvania.

Un día, algunas mujeres desesperadas, se reunieron frente a la mina para abuchear a los amarillos [esquiroles] que se llevaban el pan a la boca de sus criaturas. El sheriff vino a detenerlas a todas "por haber perturbado el orden público". 

(...) Les dije a las mujeres que llevaran a sus niños y sus bebés el día que tuvieran que comparecer ante los tribunales. Fue lo que hicieron y, mientras el juez leía las condenas con multas de treinta dólares o treinta días de prisión, los niños lloraban tanto que apenas se podía escuchar la voz del anciano. Con aire gruñón preguntó si no tenían con quién dejar a los hijos. Le apunté que las mujeres de los mineros no contratan niñeras (...).

Cuando llegaron a Greensburg, las mujeres fueron cantando durante todo el recorrido por la ciudad. Una muchedumbre seguía al coche cantando también. Cuando las mujeres, con sus niños en brazos, descendieron ante la prisión, la gente les aclamó intensamente. Los policías entregaron a las prisioneras al sheriff y ambos parecían más aliviados.

El sheriff me dijo:

- Mamma Jones, preferiría que me hubieran traído cien hombres; las mujeres son fieras salvajes".

Mamma Jones, Autobiografía.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Recuperemos el derecho a vivir la noche.

"A la sede venían también muchísimas chicas mujeres jóvenes y menos jóvenes estudiantes obreras amas de casa que habían venido a las manifestaciones que se habían conocido en las ocupaciones y en la sede ocuparon una habitación para ellas y pusieron en la puerta un cartel cuarto de las mujeres y ay de quien entra ahí sin su permiso sobre todo cuando celebran sus reuniones y luego hacen circular por ahí material de contrainformación sobre la sexualidad sobre la salud sobre la reapropiación del cuerpo sobre el salario doméstico hacen cantidad de cosas piden al ayuntamiento la creación de un consultorio autogestionado llenan calles y plazas con la campaña por el aborto libre y gratuito y una noche invaden un cine mientras proyecta una película porno y con las polaroids con los flashes fotografían a los espectadores luego suben a la cabina de proyección y secuestran las bobinas de la película

otra noche esperan en grupo por la calle a un facineroso implicado en una historia ocurrida hacía poco un intento de estupro y se le echan encima unas veinte con palos le llenan de patadas y de porrazos un grupo de amigos del tío salen del bar de al lado y siguen la escena muertos de risa también nosotros los chicos corremos hacia allí porque sabiendo de qué iba nos habíamos apostado no demasiado lejos temiendo una reacción pero las mujeres cabreadas amenazan con los palos a los hampones y también a nosotros y nos dicen que nos vayamos que no necesitan que nosotros las defendamos y al día siguiente reivindican la acción con un tatzebao que pegan en las paredes donde se dice recuperemos el derecho de vivir la noche".

Nanni Balestrini: Los invisibles.

jueves, 13 de septiembre de 2018

Porque pensaba que la Historia podía cambiar las cosas (VI).

"Uno de los historiadores reaccionarios, y, por tanto, más de moda en la Francia contemporánea, L. Madelein, que ha calumniado con palabras tan elegantes a la Gran Revolución, esto es, a la progenitora de la nación francesa, afirma que el historiador debe colocarse en lo alto de las murallas de la ciudad sitiada, abrazando con su mirada a sitiados y sitiadores; es, según él, la única manera de conseguir una "justicia conmutativa". Sin embargo, los trabajos de este historiador demuestran que si él subió a lo alto de las murallas que separan a los dos bandos, fue, pura y simplemente, para servir de espía a la reacción. Menos mal que en este caso se trata de batallas pasadas, pues en épocas de revolución es un poco peligroso asomar la cabeza sobre las murallas. Claro está, en los momentos peligrosos, estos sacerdotes de la "justicia conmutativa" suelen quedarse sentados en casa, esperando hasta ver de qué parte se inclina la victoria.

El lector serio y dotado de espíritu crítico no necesita de esa solapada imparcialidad que le brinda la copa de la conciliación llena de veneno reaccionario, sino de la metódica escrupulosidad que va a buscar en los hechos honradamente investigados apoyo manifiesto para sus simpatías o antipatías disfrazadas, a la contrastación de sus nexos reales, al descubrimiento de las leyes por que se rigen. Esta es la única objetividad histórica que cabe, y con ella basta, pues se halla contrastada y confirmada, no por las buenas intenciones del historiador de que él mismo responde, sino por las leyes que rigen le proceso histórico y que él se limita a revelar".

Leon Trotsky: Historia de la Revolución rusa.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Sobre la respetabilidad masculina.

"En realidad, el trabajo doméstico, tal y como lo conocemos, es una creación bastante reciente, que aparece a finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX cuando la clase capitalista de Inglaterra y de Estados Unidos, presionada por la insurgencia de la clase obrera y necesitada de una mano de obra más productiva, emprendió una reforma laboral que transformó la fábrica, y también la comunidad y el hogar y, por encima de todo, la posición social de las mujeres.

Si se contempla desde el punto de vista de sus efectos sobre las mujeres, esta reforma puede describirse como la creación del ama de casa a tiempo completo, un complejo proceso de ingeniería social que, en pocas décadas, sacó a las mujeres -especialmente a las madres- de las fábricas, aumentó sustancialmente los salarios de los hombres proletarios, lo bastante como para mantener a un ama de casa no trabajadora, e instituyó formas de educación popular para enseñar a la mano de obra femenina las habilidades necesarias para el trabajo doméstico.

No sólo los gobiernos y los patrones promovieron esta reforma. Los hombres proletarios también llamaron a la exclusión de las mujeres de las fábricas y otros lugares de trabajo asalariado, aduciendo que su lugar estaba en casa. (...) En la Primera Guerra Mundial, la idea de un 'salario familiar' o incluso de un 'salario digno' se había convertido en un objetivo clave en las negociaciones sindicales, respaldado por los partidos obreros de todo el mundo desarrollado capitalista. De hecho, ser capaz de ganar un salario suficiente para mantener a la familia se convirtió en un signo de respetabilidad masculina, que distinguía a las capas altas de la clase trabajadora de los trabajadores pobres".

Silvia Federici, "La construcción del ama de casa a tiempo completo y del trabajo doméstico en Inglaterra en los siglos XIX y XX".

lunes, 3 de septiembre de 2018

Economía moral de justicia.

"A comienzos de abril, miles de esposas de soldados (las soldatki) marcharon por la capital. Estas mujeres habían comenzado la guerra desamparadas, intimidadas y precarias, desesperadas por lograr algo de caridad o un inadecuado apoyo estatal. Pero la ausencia de sus maridos también pudo significar una inesperada liberación. En febrero sus demandas de comida, apoyo, respeto, habían comenzado a adoptar un giro radical. Esa tendencia continuó. En la provincia de Jersón, un observador vio a las soldatki irrumpiendo en casas y "requisando" cualquier lujo que consideraran inmerecido.

No sólo incumplían las leyes e intimidaban a las autoridades siempre que podían, también hubo directamente actos de violencia. El comerciante estatal de harina, que no quiso ofrecerles sus productos a un precio con descuento, fue golpeado por una banda de esposas de soldados, y el pristav, el jefe local de policía que quiso acudir en su ayuda, escapó por muy poco de sufrir el mismo tratamiento.

En el campo, la exuberante y abigarrada propagación de soviets y congresos y conferencias y asambleas campesinas, entre los órganos locales ya establecidos, como los "volosts" y "zemstvos" municipales, comenzaban a adoptar formas ominosas. Ya en marzo, en el Volga, combativas comunas rurales empezaban una disputa con los terratenientes por el alquiler de tierras y el derecho de acceso a los bienes comunales.Bandas de campesinos accedían con cada vez más frecuencia a los bosques del terrateniente local, con hachas y sierras para cortar leña en la hacienda. Ahora, en abril, especialmente en los distritos del noroeste -Balashov, Petrovsk, Serdobsk- esa tendencia aumentaba. A veces los campesinos directamente comenzaban a segar las dehesas nobiliarias para su propio uso, pagando por la siembra sólo los precios que consideraban justos.

Ese sentido de "justicia" era crucial. Desde luego hubo momentos de rabia y crueldad de clase. Pero las acciones de las comunas rurales contra los terratenientes se articularon a menudo escrupulosamente en términos de una economía moral de justicia".

China Miéville: Octubre. Historia de la Revolución Rusa.

jueves, 30 de agosto de 2018

En todas partes donde haya mujeres subordinadas a hombres.

"En una oficina no se anulan de tal forma el derecho al criterio y a la personalidad. Una tiene un jefe inmediato, del que depende y al que hay que soportar gruñidos y chistes idiotas, que es el primero en celebrar. Cierto que si la dirección choca con el jefe inmediato éste paga su disgusto con la pobre auxiliar. Cierto que si el jefe inmediato sostiene un altercado con su cónyuge, si ha perdido un guante, si padece hipocondría o le duele un callo, lo tiene que sufrir la pobre dactilógrafa. Pero, por otra parte, una hace su jornada de siete horas dentro de una disciplina mesurada y una relativa libertad. No hay que luchar con un público caprichoso y absurdo. No se está obligada a tolerar otras impertinencias que las del jefe inmediato. Y en lo concerniente a la moral... De eso habría mucho que hablar. Según. Se dan casos verdaderamente repugnantes; casos en que las auxiliares se han visto obligadas a denunciar al jefe inmediato o a pedir, con un pretexto cualquiera, su traslado a otro departamento de la casa. Esto tratándose del jefe inmediato, que cuando es el director quien origina las cosas, entonces el problema es de fácil solución: no hay más que coger la puerta... Y, a comer moralidad.

Esto no es lo general en las oficinas, pero sí lo frecuente. En las oficinas y en las fábricas y en los talleres y en los comercios, y en todas partes donde haya mujeres subordinadas a hombres".

Luisa Carnés: Tea Rooms. Mujeres obreras, 1934.

jueves, 2 de agosto de 2018

La pesada carga de ser mujer.

"Cuando mi padre se enteró de que yo tenía una hija y de que la había dejado en el extranjero, se sintió sumamente perturbado. Era un hombre inteligente y bien educado, y como es natural se dio perfectamente cuenta de que una niña que había nacido de una madre que vivía en la clandestinidad no podía ser legítima, y sufría, tanto por mí como por la niña, sufría por mi pesar y por la imposibilidad de ayudarme. No quería reprocharme...

- Oh, ¿por qué no naciste varón? -En un instante, esa expresión melancólica, que me era tan familiar, vino a mí desde los lejanos tiempos de la infancia, la expresión que solía hacerme rezar silenciosamente a Dios durante interminables horas par que Él me transformara en varón... Entonces comprendí lo que quería decir papá, comprendí que tenía que soportar una doble carga en la vida: la pesada carga del ser humano y además la carga de ser mujer".

Olga Liubatóvich sobre su visita a Moscú en 1881. Recogido en VV.AA.: Cinco mujeres contra el Zar.

lunes, 18 de junio de 2018

De los límites de la sororidad (VII).

"Borrando toda historia, incluida la historia oral de la relación entre las mujeres blancas y las no-blancas, el feminismo hegemónico blanco equiparó mujer blanca y mujer. Pero es claro que las mujeres burguesas blancas, en todas las épocas de la historia, incluso la contemporánea, siempre han sabido orientarse lúcidamente en una organización de la vida que las colocó en una posición muy diferente a las mujeres trabajadoras o de color. La lucha de las feministas blancas y de la "segunda liberación de la mujer" de los años setenta en adelante pasó a ser una lucha contra las posiciones, los roles, los estereotipos, los rasgos, los deseos impuestos con la subordinación de las mujeres burguesas blancas. No se ocuparon de la opresión de género de nadie más. Concibieron a "la mujer" como un ser corpóreo y evidentemente blanco pero sin conciencia explícita de la modificación racial. Es decir, no se entendieron a sí mismas en términos interseccionales, en la intersección raza, género y otras potentes marcas de sujección y de dominación. Como no percibieron estas profundas diferencias, no encontraron ninguna necesidad de crear coaliciones. Asumieron que había una hermandad, una sororidad, un vínculo ya existente debido a su sujeción de género.

María Lugones: "Colonialidad y género".

miércoles, 13 de junio de 2018

Vivir para trabajar o trabajar para vivir.

"Si van a aumentar nuestras horas de ocio, en un futuro automatizado, el problema no consiste en cómo podrán los hombres "consumir" todas estas unidades de tiempo libre adiccionales, sino qué capacidad para la experiencia tendrán estos hombres con este tiempo no normativizado para vivir. Si conservamos una valoración puritana del tiempo, una valoración de mercancía, entonces se convierte en cuestión de cómo hacer este tiempo "útil", o cómo explotarlo para las industrias del ocio. Pero si la idea de finalidad en el uso del tiempo se hace menos compulsiva, los hombres tendrán que reaprender algunas de las artes de vivir perdidas con la revolución industrial: cómo llenar los intersticios de sus días con relaciones personales y sociales más ricas, más tranquilas; cómo romper otra vez las barreras entre trabajo y vida".

E. P. Thompson: "Tiempo, disciplina de trabajo y capitalismo industrial".

"Necesitamos guarderías, no para liberar parte de nuestro tiempo y así poder trabajar en otro sitio, sino para poder ir a dar un paseo, para charlar con nuestras amigas o para poder acudir a una reunión de mujeres".

Silvia Federici: "Devolvamos al feminismo al lugar que le corresponde".

domingo, 10 de junio de 2018

La separación entre el ama de casa y la prostituta.

"No carece tampoco de importancia que la creación de la familia de clase obrera y de una mano de obra más sana y productiva requiriese que se instituyera una separación neta entre el ama de casa y la prostituta; los defensores de la reforma reconocían que no iba a ser fácil convencer a las mujeres que se quedaran en casa a trabajar gratis, cuando sus propias amigas y hermanas ganaban más y trabajaban menos vendiendo servicios sexuales en las calles.

De igual manera, que hubiese tantas prostitutas en la clase obrera no se achacaba exclusivamente a los bajos salarios o a las condiciones de vida en hacinamiento, sino también a la falta de instrucción en el trabajo doméstico, la cual (...) al menos habría facilitado la exportación de muchachas proletarias a las colonias para que trabajaran como sirvientas. Enseñarles los quehaceres domésticos fue uno de los remedios propuestos a los problemas que planteaba la prostitución. Al mismo tiempo, se introdujeron nuevas regulaciones que trataban de controlar mejor el trabajo sexual y hacerlo más degradante (...).

Separar a la buena esposa, laboriosa y ahorrativa, de la prostituta derrochadora fue un requisito clave para la constitución de la familia que emergió con el cambio de siglo, puesto que dividir a las mujeres entre buenas y malas, entre esposas y putas, era una condición indispensable para que se aceptara el trabajo doméstico no remunerado.

(...) La separación de las amas de casa y las muchachas fabriles y, lo que es más importante, las amas de casa y las prostitutas provoca la aparición de una nueva división sexual del trabajo que se caracteriza no sólo por la separación de los lugares en los que trabajan las mujeres y sus respectivas tareas, sino también por las relaciones sociales que subyacen a sus respectivas tareas. La respetabilidad se convierte en la compensación por el trabajo no remunerado y la dependencia del hombre".

Silvia Federici, "La construcción del ama de casa a tiempo completo y del trabajo doméstico en Inglaterra en los siglos XIX y XX".

jueves, 7 de junio de 2018

By order of Molly Maguire.

"En fuerte contraste con las ineficaces organizaciones obreras de la época, surge la sociedad secreta de los Molly Maguires, activa en los últimos años sesenta y los primeros setenta del siglo XIX entre los mineros de las áreas carboníferas de Pensilvania, que hizo del terrorismo y del asesinato su principal herramienta.

Para comprender el contexto en el que aparece este grupo, abría que trasladarse a la Irlanda de la década de los cuarenta del siglo XIX en que, en un contexto prácticamente feudal, una dama enérgica, la viuda Molly Maguire, se convirtió en la principal figura de una resistencia difusa contra el sistema de rentas imperante en el país.

Era un personaje pintoresco y bárbaro, con la cara tiznada de negro y un par de pistolas bajo las enaguas, sujetas a sus robustos muslos. El principal objeto de sus iras eran los terratenientes y sus esbirros, los alguaciles y los funcionarios de los juzgados a quienes ella o sus chicos, que se llamaban a sí mismos Molly Maguiries o simplemente 'mollies', agredían o directamente asesinaban. Estaba también contra el Gobierno, que ayudaba a los tiránicos terratenientes con la recaudación de las rentas, y lideraba el llamado Partido de la Tierra Libre, cuya bandera eran las enaguas rojas de Molly. Si un terrateniente o sus esbirros se atrevían a desalojar a un campesino incapaz de pagar, podían darse por muertos... Los 'mollies' o la misma señora Maguire terminarían por enterarse y el cadáver aparecería en cualquier zanja o, incluso, en su propia casa.

La sistemática política asesina de los 'mollies' fue tan efectiva que, durante un tiempo, zonas de Irlanda como Tipperary, King's & Queen's Counties, o West Meath, se volvieron inhabitables salvo para el grupo y sus simpatizantes. Al final, las autoridades, azuzadas por los desesperados terratenientes, comenzaron a perseguir a Molly y sus chicos hasta que se vieron obligados a emigrar a América durante la década de 1850".

Louis Adamic, Dinamita. Historia de la violencia de clases en Estados Unidos, 1826-1934.

martes, 29 de mayo de 2018

Que fuimos las mujeres las que despertamos la cólera.

"El gobierno había sido ambiguo respecto a la cuestión del sufragio femenino. Muchos, incluso en el movimiento revolucionario, vacilaron, advirtiendo que si bien apoyaban la igualdad de las mujeres en principio, concretamente las mujeres de Rusia estaban atrasadas políticamente, y sus votos por tanto corrían el riesgo de obstaculizar el progreso. Tras su retorno al país el 18 de marzo, Kollontai abordó directamente estos prejuicios.

¿Pero no es cierto que nosotras, las mujeres, con nuestras protestas sobre el hambre, sobre la desorganización de la vida rusa, sobre nuestra pobreza y los sufrimientos que trajo la guerra, fuimos las que despertamos la cólera popular?. La revolución, señaló Kollontai, nació el Día Internacional de las Mujeres, ¿Y no fuimos las mujeres las primeras en salir a las calles para luchar con nuestros hermanos por la libertad, e incluso, si era necesario, morir por ella?

El 19 de marzo, una gran procesión descendió hacia el Palacio de Táuride, exigiendo el derecho de las mujeres al voto: 40.000 manifestantes, principalmente mujeres, pero también muchos hombres. Si la mujer es una esclava, rezaban las pancartas, no habrá libertad. Ondeaban también banderas en favor de la guerra: este era una feminismo interclasista, de amplio espectro, obreras junto a mujeres bien ataviadas; liberales y eseritas junto a mencheviques y bolcheviques -aunque estos últimos, para decepción de Kollontai, no habían dado prioridad a la marcha-. El mal tiempo no acompañaba, pero las manifestantes no se arredraron. Llenaron la avenida que daba al palacio. Allí, Chjeidze intentó excusarse diciendo que no podía salir a reunirse con ellas porque había perdido la voz.

Ellas no la tendrían en esa ocasión. Pero el propio Chjeidze, por el Soviet, y Rodzianko, por el Gobierno Provisional, tuvieron que plegarse al movimiento. Lanzaron una ley por el sufragio femenino universal, que se aprobaría en julio".

China Miéville: Octubre. La Historia de la Revolución Rusa.

viernes, 25 de mayo de 2018

Poner el placer en el lugar que tiene en la vida.

"Creo que hay tres cosas básicas importantes para recuperar el útero. Una es el propio orgasmo, sea cual sea su origen, que siempre 'se opone a la coraza' y propicia la reconexión. A fuerza de latir, el útero deshace la tensión y pierde el estado de rigidez, y a fuerza de expandie el latido de placer acaba por alcanzar nuestra conciencia, nuestro neocortex. El orgasmo es la principal vía de rehabilitación del útero. El saberlo además intensifica la eficacia del proceso de rehabilitación.

(...) La segunda cuestión básica para la recuperación del útero es el cambio de actitud en general ante el placer. Es necesario, sobre todo para las mujeres, cultivar -en el sentido de hacer verdadera cultura- el reconocimiento de la función orgánica del placer; una cultura que vaya más allá del mero rechazo al destino tradicional de sufridoras. Que ponga el placer en el lugar que tiene en la vida. Porque no sólo se trata de acabar con la vieja resignación tradicional, y de que el placer ya no sea pecado, si sea 'malo'. Se trata de entender que el placer no es algo aleatorio o prescindible, que pueda y deba esperar frente a otras cosas (responsabilidades profesionales, hij@s, etc.) que sí consideramos imprescindibles o necesarias. Como todo lo que se produce en el cuerpo, el placer no se produce porque sí sino que tiene una función de regulación fisiológica y psíquica.

(...) En tercer lugar, la recuperación del útero se propicia también desde el neocortex, conociendo la función del útero. Cuanto más sepamos, más nos empapemos de la sexualidad uterina, más facilitaremos la reconexión. Si el neocortex ha sido el camino de la inhibición, por donde la moral y el orden sexual alcanzan nuestros cuerpos y logran nuestra propia autoinhibición del deseo, también puede ser lo contrario. (...) Con la cultura de la represión de la sexualidad hemos perdido el lenguaje del placer; o mejor dicho, se quedó en aquello del pecado de la carne".

Casilda Rodrigáñez: Pariremos con placer.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Pero mi madre no podía vender a mi padre.

"Desde mis años de infancia, la vida me pareció incomprensible y cruel. Creo que tenía apenas seis años cuando me di cuenta de que en el mundo había propietarios y campesinos siervos, de que los propietarios podían vender a la gente, que mi padre podía separarnos a mi madre y a mí vendiéndola a ella a un propietario vecino y a mí a uno distinto; pero mi madre no podía vender a mi padre. Otro descubrimiento me impresionaba igualmente por su crueldad: los niños se dividían en legítimos e ilegítimos y a estos últimos los trataban siempre con desprecio y estaban expuestos a insultos y burlas, sin que se tuvieran en cuenta sus cualidades personales.

(...) Cuando la escuela se cerró, me inscribí en una gimnazia aunque esto me costó una pelea con mi padre. Allí conocí a una muchacha que me dio a conocer la literatura de los años sesenta, y comencé a devorar ansiosamente los periódicos que circulaban entonces, los poemas de Nekrásov y otros libros con una orientación política definida. (...) Cuando terminaban nuestras tareas escolares, nuestro grupo se precipitaba a las sesiones de tribunal, donde nos quedábamos a veces hasta la media noche. Veíamos las cuestiones sociales desplegarse ante nosotros, en escenas de la vida real. Entre otras cosas, vimos campesinos que habían sido despojados con engaños de sus tierras por el proceso de emancipación, juzgados por el cargo de rebelión, y mujeres que, no pudiendo soportar su esclavitud, sancionada legalmente, habían asesinado a sus esposos".

Elizabeta Koválskaya sobre su adolescencia en Járkov a finales de la década de 1860. Recogido en VV.AA.: Cinco mujeres contra el Zar.

lunes, 21 de mayo de 2018

O el marido o el amo expoliador.

"Matilde ha visto de cerca, ha tocado la tragedia del hogar, la felicidad, la paz del hogar cristiano, tan preconizado por curas y montas. El marido llega a él cansado de trabajar -cuando hay trabajo-. Allí hay unos chiquillos que gritan, que lloran, y una mujer mal vestida y gruñona, que ha olvidado hace muchos años toda palabra agradable y cuyas manos huelen insoportablemente a cebolla. 'Bueno, ya no tengo dinero; fíjate'. 'Está bien. No me eches cuentas. Supongo que no te lo habrás comido'. '¡Se lo contaré al vecino!'. 'Bueno, ¿y qué? Yo no puedo hacer más. Estoy todo el día hecho un burro'. '¿Y yo no trabajo? ¡Pero como no traigo dinero!'. El marido piensa que las cosas de la casa se hacen por sí mismas (¡milagrera meseta del fámulo Isidro!) y no le da importancia alguna al trabajo de la mujer, al embrutecedor trabajo doméstico.

'Me echas en cara el pan que me como, pero bien me lo gano', dice la esposa. O bien: 'Tú quisieras que yo trajese dinero a casa, ¿verdad? Con tal de que no te pidiera un céntimo, te daría igual que lo sacara de donde fuese. Pero como no tengo ningún querido que me lo dé...', etcétera. ¡Horrible! Da igual que el hogar sea un piso alto, o que sea una pastelería. Varía el sitio nada más. Los chicos, en lugar de meter las manos en la tina del agua sucia, las introducen en la masa extendida sobre los tableros de la cocina. Por lo demás, el marido también dice que no puede con tanto trabajo, y la esposa repite hasta el cansancio que está 'todo el santo día hecha una mula'. Pero también hay mujeres que se independizan, que viven de su propio esfuerzo, sin necesidad de aguantar tíos. Pero eso es en otro país, donde la cultura ha dado un paso de gigante; donde la mujer ha cesado de ser un instrumento de placer físico y explotación; donde las universidades abren sus puertas a las obreras y las campesinas más humildes. Aquí, las únicas que podrían emanciparse por la cultura son las hijas de los grandes propietarios, de los banqueros, de los mercaderes enriquecidos; precisamente las únicas mujeres a quienes no les preocupa en absoluto la emancipación, porque nunca conocieron los zapatos torcidos ni el hambre, que engendra rebeldes. Matilde ha oído algo sobre esto, no recuerda dónde; o lo leyó en algún libro, tampoco recuerda exactamente cuál. En los países capitalistas, particularmente en España, existe un dilema, un dilema problemático de difícil solución: el hogar, por medio del matrimonio, o la fábrica, el taller o la oficina. La obligación de contribuir de por vida al placer ajeno, o la sumisión absoluta al patrono o al jefe inmediato. De una u otra forma, la humillación, la sumisión al marido o al amo expoliador.

¿No viene a ser una misma cosa?".

Luisa Carnés: Tea Rooms. Mujeres obreras, 1934.

martes, 27 de marzo de 2018

Que Cristo y todos los apóstoles eran judíos.

"El antisemitismo campeaba entre los trabajadores de Kiev durante este periodo, y la aparición del primer judío en el sindicato provocó azoramiento y una fría hostilidad por parte de nuestros trabajadores. Uno de nuestros mejores miembros, a quien apodábamos Gaidamark, se qujó después de la reunión y me atacó violentamente por haber metido a un "yid" en el sindicato. Le pregunté por qué los judíos eran inferiores a los rusos, y para mi sorpresa me respondió:

- Ellos crucificaron a Cristo.

- Pero Cristo también era judío -le contesté a mi vez.

Gaidamark había sido muy religioso en su juventud. Aunque desde entonces se había tornado algo escéptico, seguía reverenciando la figura de Cristo. Mi respuesta lo sorprendió; no me creyó. Habló con un amigo suyo, un joven sacerdote, qien confirmó lo que yo había dicho. Gaidamark pasó largo tiempo reflexionando sobre esto; asimilaba lentamente cualquier idea nueva, pero con profundidad y firmeza. Al final se resignó a ella y se dedicó a convencer a otros obreros de que los judíos no eran peores que los rusos. Cristo y todos los apóstoles eran judíos, discutía con los demás, ¡y qué admirable religión hicieron, igual que el socialismo!

Poco a poco, nuestros obreros dejaron de hacer discriminación entre los rusos y la gente de otras nacionalidades. Al año siguiente, a finales de abril de 1881, cuando Schedrín y yo estábamos en la cárcel, se desató un pogrom en Kiev. En el punto culminante de los desórdenes, el sindicato imprimió una proclama y distribuyó copias de la misma entre las multitudes callejeras. Ustedes golpean indiscriminadamente a los judíos -decía-, mientras deberían estar golpeando a todos los explotadores, rusos o judíos, y no a los judíos pobres. Había sido escrita por los propios obreros del sindicato".

Elizabeta Koválskaya sobre el Sindicato de Obreros Rusos del Sur. Recogido en VV.AA.: Cinco mujeres contra el Zar.

lunes, 19 de febrero de 2018

Roles, géneros y exclusiones bajo el Capitalismo (II).

"Por el contrario [al rol de trabajador], el otro rol que enlaza la economía oficial con la familia en el esquema de Habermas tiene una connotación femenina. Después de todo, quien consume es la compañera y asistente del trabajador en el capitalismo clásico. Porque la división sexual del trabajo doméstico asigna a las mujeres el trabajo -y es de hecho trabajo, aunque no remunerado y por lo general no reconocido- de comprar y preparar bienes y servicios par el consumo doméstico. Esto podemos confirmarlo incluso hoy mediante una visita a cualquier supermercado o tienda o bien observando la historia de la publicidad de los bienes de consumo, que casi siempre se refiere a su sujeto, el consumidor, en femenino. De hecho, ha elaborado toda una fantasmática del deseo basada en la feminidad del sujeto de consumo. Sólo de manera relativamente reciente, y con cierta dificultad, esos anunciantes han diseñado modos de interpelar a un suijeto de consumo masculino. El truco fue el de encontrar formas de posicionar a un consumidor masculino que no lo feminizasen, emasculasen o afeminasen. (...) Pero la dificultad y la demora del proyecto confirman el carácter sexualizado del rol de consumidor en el capitalismo clásico. Los hombres lo ocupan con tensión conceptual y disonancia cognitiva, de modo similar a como las mujeres ocupan el rol de trabajador".

Nancy Fraser: "¿Qué hay de crítico en la teoría crítica? El caso de Habermas y el género".

miércoles, 31 de enero de 2018

Si las mujeres dejaran de gastar estarían haciendo huelga.

"Las mujeres no hacen de la casa un centro de consumo. El proceso de consumo es integral con respecto a la producción de la fuerza de trabajo y si las mujeres se negasen a hacer la compra, a gastar, estarían haciendo una huelga. Una vez dicho esto, sin embargo, debemos añadir que con frecuencia las mujeres intentan compensar las relaciones sociales de las que se ven privadas, en tanto que separadas de un trabajo organizado socialmente, comprando cosas. Si esto es algo superfluo o no depende del punto de vista y del sexo de quien lo juzgue: los intelectuales compran libros pero nadie considera tal consumo superfluo. Con independencia de la validez mayor o menor del contenido, el libro en esta sociedad representa todavía, gracias a una tradición iniciada antes del capitalismo, un valor masculino.

Hemos dicho ya que las mujeres compran cosa para la casa porque la casa es la única prueba de que existen. Pero la idea de que el no consumo es de algún modo una liberación es tan vieja como el capitalismo y proviene de los capitalistas que echan siempre a los obreros la culpa de la condición obrera. Durante años, los negros de Harlem sufrieron las amonestaciones de buenos liberales que les decían que si hubiesen dejado de conducir Cadillacs -hasta que las empresas que los vendían a plazos los hubiesen retirado-, se habría resuelto el problema del color. Hasta que la violencia de su lucha (que era la única respuesta adecuada) dio la medida de su poder social, esos Cadillacs eran uno de los pocos modos de mostrar su potencial de poder. Y esto, y no la frugalidad, era lo que inducía a los liberales a la recriminación.

En todo caso, nada de lo que compramos nos sería necesario si fuésemos libres. Ni el alimento de mala calidad que nos suministran, ni los vestidos que hacen clase, sexo y generación,  ni las casas en las que nos meten".

Mariarosa Dalla Costa: "Poder femenino y subversión social".

lunes, 22 de enero de 2018

Una relación peligrosa con el neoliberalismo.

"Con la perspectiva que ofrece el tiempo, vemos ahora que el ascenso del feminismo de segunda ola coincidió con un giro histórico en el carácter del capitalismo, que paso de la variante organiza por el Estado (...) al neoliberalismo. (...) Aspiraciones que en el contexto del capitalismo organizado por el Estado tenían un claro impulso emancipador, asumieron un significado más ambiguo en la era neoliberal.

(...) En este periodo, las reivindicaciones de justicia se expresaban crecientemente ne forma de reivindicaciones de reconocimiento de la identidad y la diferencia. Con este giro de la distribución al reconocimiento se produjeron poderosas presiones para transformar el feminismo de segunda ola en una variante de la política de identidad. Una variante progresista, sin duda, pero que no obstante tendía a sobreampliar la crítica a la cultura, al tiempo que minimizaba la crítica a la economía política. En la práctica se dio una tendencia a subordinar los enfrentamientos socioeconómicos a las luchas por el reconocimiento, mientras que en el plano académico la teoría cultural feminista empezó a eclipsar a la teoría social feminista. Lo que había empezado como un correctivo necesario al economicismo evolucionó con el tiempo a un culturalismo igualmente sesgado. En lugar de alcanzar un paradigma más amplio y rico, capaz, por lo tanto, de abarcar la redistribución y el reconocimiento, las feministas de segunda ola cambiaron de hecho un paradigma truncado por otro.

El momento, además, no podía ser peor. El giro al reconocimiento encajó muy fácilmente en un neoliberalismo ascendente que no quería sino reprimir cualquier recuerdo del igualitarismo social. Las feministas, en consecuencia, absolutizaron la crítica a la cultura precisamente en el momento en el que las circunstancias exigían redoblar la atención sobre la crítica a la economía política. A medida que la crítica se fragmentaba, además, la rama cultural no sólo se desgajaba de la económica, sino también de la crítica al capitalismo que antes las había integrado. Separadas de la crítica al capitalismo y puestas a disposición de articulaciones alternativas, estas ramas pudieron ser atraídas a lo que Hester Eisenstein ha denominado una relación peligrosa con el neoliberalismo".

Nancy Fraser: "El feminismo, el capitalismo y la astucia de la Historia".

martes, 16 de enero de 2018

A vueltas con la paridad.

"Para mí, la paridad no es cuestión de números. Es, por el contrario, una condición cualitativa, la condición de ser un par, de estar a la par que otros, de interactuar con ellos en condiciones de igualdad. Esa condición no está garantizada por los mismos números. 

(...) La exigencia de parité hace referencia sólo a una dimensión de la justicia, a saber, la del reconocimiento. Allí, en consecuencia, se asume aparentemente que el principal obstáculo para la plena participación de las mujeres en la vida política es una jerarquía de valores androcéntrica en la estructura de partidos, y que la principal solución es la exigencia constitucional de que las mujeres constituyan la mitad de las listas de candidatos electorales. para mí, por el contrario, la exigencia de paridad participativa es aplicable a ambas dimensiones de la justicia social, tanto la distribución como el reconocimiento. Y asumo que el obstáculo para la paridad puede ser (y a menudo es) una mala distribución ademas de la falta de reconocimiento. En el caso de la disparidad de género en la representación política, por tanto, asumo que no sólo hace falta desinstitucionalizar las jerarquías de valor androcéntricas sino también reestructurar la división del trabajo y eliminar el doble turno de las mujeres, que constituye un formidable obstáculo distributivo a su plena participación en la vida política".

Nancy Fraser: "La política feminista en la era del reconocimiento: una aproximación bidimensional a la justicia de género".

domingo, 7 de enero de 2018

Mujeres musulmanas de todas las Rusias.

"La reunión panrusa de musulmanes, convocada por diputados musulmanes de la Duma inmediatamente después de la revolución de febrero, se acercaba rápidamente; pero antes, el 23 de abril, las delegadas se congregaban en Kazán, en Tartaristán, para el Congreso Panruso de Mujeres Musulmanas. Cincuenta y nueve delegadas se reunían ante una audiencia de 300 invitados, abrumadoramente femenina, para debatir cuestiones que incluían la situación de la Sharia, la poligamia, los derechos de las mujeres y el hiyab. Hubo contribuciones desde un amplio espectro de posiciones políticas y religiosas, desde socialistas como Zuleija Rahmanqulova y la poeta de veintidós años Zahida Burnasheva, hasta eruditas en cuestiones religiosas, como Fatima Latifiya y Labiba Huseynova, una experta en ley islámica.

Las delegadas debatieron si los mandamientos coránicos eran históricamente específicos, e incluso muchas defensoras de la ortodoxia transhistórica interpretaban los textos con la intención de insistir, contra las opiniones conservadoras, en que las mujeres tenían el derecho de asistir a la mezquita, o que la poliginia sólo estaba permitida -un caveat crucial- si era "justa"; esto es, si contaba con el permiso de la primera esposa. Insatisfechas al comprobar que la reunión aprobaba esa postura progresista-tradicionalista sobre la poligamia, las feministas y socialistas eligieron a tres representantes, incluyendo a Burnasheva, para asistir a la Conferencia Musulmana Panrusa en Moscú, el mes siguiente, donde defendieron su posición alternativa contra la poliginia.

La conferencia aprobó entonces diez principios, incluyendo el derecho de las mujeres a votar, la igualdad de los sexos y la naturaleza no obligatoria del hiyab. El centro de gravedad de las discusiones era claramente jadidista, o más a la izquierda. Un síntoma de tiempos de cambio.

(...) Entre el 1 y el 11 de mayo, Moscú albergó la convención exigida en febrero por los diputados musulmanes de la Duma. Novecientos delegados de las poblaciones y naciones musulmanas llegaron a la ciudad: baskires, osetios, turcos, tártaros, kirguizes, entre otros.

Casi un cuarto de los presentes eran mujeres, muchas recién llegadas del congreso de mujeres musulmanas celebrado en Kazán; en la presidencia del comité de doce personas había una mujer tártara, Selima Jakubova. Cuando alguno preguntó por qué los hombres debían garantizar a las mujeres derechos políticos, una mujer saltó y respondió. Escucháis a los religiosos y no planteáis objeciones, pero después actuáis como si pudierais garantizarnos derechos, y continuó, ¡en vez de eso, los conquistaremos nosotras!".

China Miéville: Octubre. La Historia de la Revolución Rusa.

miércoles, 3 de enero de 2018

Círculo de mujeres.

"Bardiná me informó en clase:

- Hoy se realizará una reunión de estudiantes rusas.

- ¿Por qué? - Pregunté, algo temerosa de que me quitara tiempo para estudiar.

- Alguien sugirió que formáramos un círculo exclusivo para mujeres, con el propósito de aprender a hablar en forma lógica. En las reuniones con los hombres -continuó, notando mi mirada de asombro-, las mujeres generalmente permanecen calladas; sentimos timidez y por tanto no decimos nada. Pero quizá con la práctica aprenderemos a exponer nuestros pensamientos en forma lógica, y entonces no tendremos temor de hablar en público. Un círculo de mujeres sería un lugar en el que podríamos aprender.

(...) Esa noche, después de una magra cena de estudiantes, mi hermana Lidia y yo, salimos para el Palmenhof. Allí en la sala encontramos una larga mesa de comedor, con una fila de sillas a cada lado. Alrededor, esperaban jóvenes mujeres vestidas de forma sencilla; algunas habían formado grupos de dos o tres. Había un rumor de conversación y en alguna parte se desarrollaba una animada discusión. (...) La bibliotecaria explicó el objetivo del círculo: aprender a hablar lógicamente. Luego, como medio para lograr ese fin, propuso que leyéramos ensayos y realizáramos debates.

Continuamos discutiendo si realmente había necesidad de un círculo semejante y, en ese caso, quiénes debían participar. Todas estaban de acuerdo con el propósito del círculo. Por otra parte, se suscitaron apasionadas discusiones acerca de si el círculo debía estar compuesto exclusivamente por mujeres. Muchas se burlaban de esta idea: les parecía ridículo que las mujeres sintieran temor en presencia de los hombres, y pensaban que sería a la vez más natural y más conveniente, formar un círculo de autoeducación conjuntamente con los hombres, sin temor a la competencia masculina. Pero estas voces fueron sofocadas por la decisión mayoritaria de comenzar a organizar exclusivamente a las estudiantes". 

Vera Figner sobre su llegada a Zúrich en 1872. Recogido en VV.AA.: Cinco mujeres contra el Zar.