jueves, 30 de marzo de 2017

Sobre el hábito de afeitarse las axilas.

"Con el tiempo, cuando las modas cambiaban en la sociedad, a menudo era en los mejores prostíbulos donde se introducía un estilo. Ya he dicho cómo las cortesanas fueron las primeras en ponerse bragas, unas cosas grandes y holgadas con aberturas por delante y por detrás para las cuestiones naturales de la mujer. Ellas también popularizaron las medias de rayas y los polvos para el cuerpo y la cara. El hábito de afeitarse las axilas también fue una innovación de prostíbulo. Nunca me gustó. A la mayoría de los hombres tampoco. Hay algo sensual en el vello picante de una axila. Pero la moda predominó sobre la tradición, se podría decir, y el afeitado se instauró".

Nell Kimbal: Memorias de una madame americana.

martes, 28 de marzo de 2017

El poder de decidir quién está loca y quién está cuerda.

"Dicen que nuestra subordinación está determinada biológicamente, que las mujeres estamos mejor dotadas por naturaleza para ser enfermeras o parteras que para médicos. A veces incluso nosotras mismas intentamos buscar consuelo en la teoría de que la anatomía nos había derrotado ya antes de que lo hicieran los hombres, que estamos tan condicionadas por los ciclos menstruales y la función reproductora que nunca hemos actuado como sujetos libres y creadores fuera de las paredes de nuestros hogares. Y además debemos enfrentarnos con otro mito alimentado por la historia convencional de la medicina, a saber: la noción de que los profesionales masculinos se impusieron gracias a su superioridad técnica.

(...) Pero la historia desmiente esta teoría. En tiempos pasados las mujeres fueron sanadoras autónomas y sus cuidados fueron muchas veces la única atención médica al alcance de los pobres y de las propias mujeres. (...) La opresión de las trabajadoras sanitarias y el predominio de los profesionales masculinos no son resultado de un proceso "natural", directamente ligado a la evolución de la ciencia médica, ni mucho menos producto de una incapacidad de las mujeres para llevar a cabo el trabajo de sanadoras. Al contrario, es la expresión de una toma de poder activa por parte de los profesionales varones. Y los hombres no triunfaron gracias a la ciencia: las batallas decisivas se libraron mucho antes de desarrollarse la moderna tecnología científica.

En esa lucha se dirimían cosas muy importantes. Concretamente, el monopolio político y económico de la medicina, esto es, el control de su organización institucional, de la teoría y la práctica, de los beneficios y el prestigio que su ejercicio reporta. Y todavía es más importante lo que se dirime hoy en día, ahora que quien controla la medicina tiene el poder potencial de decidir quién está loca y quién está cuerda".

Barbara Ehrenreich y Deidre Englis: Brujas, parteras y enfermeras. Una historia de sanadoras femeninas.

sábado, 25 de marzo de 2017

El Día de la Mujer o El primer día de la Revolución.

"El 18 de febrero de 1917, los 30 mil obreros de la fábrica metalúrgica Putilov, situada en Petrogrado, salieron a las calles reclamando un aumento salarial y rechazando los despidos. A su vez, los huelguistas se mezclaron con las colas de mujeres que trataban de conseguir alimentos para sus familias, alimentos escasos, por la crisis de subsistencia debido a la larga contienda. Al tiempo que en las calles se producían incidentes, las obreras textiles de la ciudad se declararon también en huelga. Al grito de ¡Queremos pan! arrastraron tras ellas a los obreros metalúrgicos. Aquel 23 de febrero (8 de marzo en el calendario occidental) comenzó con 90.000 obreros y obreras en paro. Nadie preveía que el Día de la Mujer se convertiría en el primer día de la revolución. A pesar de la represión, al día siguiente, la huelga incrementó su tamaño. La mitad de los obreros industriales de Petrogrado pararon. El reclamo central comenzó a tomar otro carácter y los trabajadores y trabajadoras se alzaron al gruto de ¡Abajo la autocracia! y ¡Abajo la guerra!. Así comenzó la Revolución rusa de febrero de 1917. La coincidencia con el día de la mujer, que se celebrara ya desde 1910, no es nada aleatorio. Era una acción que estaba preparada y organizada por las mismas mujeres, menos imprevisibles de lo que se dice. Lo que no se podía prever era su trascendencia".

Soledad Bengoechea y María Cruz Santos: "Las mujeres en la Revolución rusa".

lunes, 20 de marzo de 2017

Toda magia tiene su origen en la lujuria de la carne.

"La misoginia de la Iglesia (...) queda demostrada por la doctrina que afirmaba que, en el coito, el varón depositaba en el cuerpo de la mujer un homúnculo, es decir, un "pequeño hombre" completo, con el alma incluida, hombrecillo que simplemente pasaba nueve meses cobijado en el útero, sin recibir ningún atributo de la madre. Aunque el homúnculo no estaría realmente a salvo hasta pasar otra vez a manos de un hombre, el cura que debía bautizarlo, asegurando de este modo la salvación de su alma inmortal.

Otra deprimente fantasía de ciertos pensadores religiosos medievales era que en el momento de la resurrección todos los seres humanos renacerían ¡bajo forma de varones! La Iglesia asociaba la mujer al sexo y condenaba todo placer sexual, considerando que éste sólo podía proceder del demonio. Se suponía que las brujas habían experimentado por primera vez el placer sexual copulando con el demonio (a pesar del miembro frío como el hielo que se le atribuía) y que luego contagiaban a su vez el pecado a los hombres. Es decir, culpaba a la mujer de la lujuria, ya fuera masculina o femenina. (...) A los ojos de la Iglesia, todo el poder de las brujas procedía en última instancia de la sexualidad".

Barbara Ehrenreich y Deidre Englis: Brujas, parteras y enfermeras. Una historia de sanadoras femeninas.


"Toda magia tiene su origen en la lujuria de la carne, que es insaciable en la mujer. Para satisfacer su lujuria, copulan con demonios (...). Queda suficientemente claro que no es de extrañar que la herejía de la brujería contamine a mayor número de mujeres que de hombres. Y alabado sea el Altísimo por haber preservado hasta el momento al sexo masculino de tan espantoso delito".

Malleus Maleficarum, 1487.

sábado, 4 de marzo de 2017

Cuantos más hilos haya de alma en alma.

"Bajo el dominio de la ideología burguesa y del estilo de vida capitalista-burgués, el carácter multiforme del amor engendra una serie de dramas psicológicos dolorosos e insolubles. (...) Una cultura fundada sobre el instinto de propiedad ha inculcado a los hombres la convicción de que el sentimiento amoroso tenía también como base el principio de propiedad. La ideología burguesa ha metido en la cabeza de las personas la idea de que el amor, incluso el amor mutuo, otorgaba derecho a poseer por entero y sin compartirlo el corazón del ser amado. (...) Pero ¿acaso tal idea puede estar de acuerdo con los intereses de la clase obrera? ¿No resulta, en cambio, (...) importante y deseable que las personas se hagan más ricas, más diversificadas? Cuantos más hilos haya tendidos de alma a alma, de corazón a corazón, de espíritu a espíritu, más se enraizará el espíritu de solidaridad y más fácil vendrá a ser la realización del ideal de la clase obrera: la camaradería y la unidad.

(...) La ideología de la clase obrera subordina el amor que los miembros de la colectividad sienten los unos por los otros a un sentimiento más imperioso: el amor-deber para con la colectividad. Por grande que sea el amor que una a los dos sexos, por numerosos que sean los lazos sentimentales y espirituales que teja entre ellos, lazos de igual orden deben mantenerse para con la colectividad en general, lazos aún más fuertes y abundantes, más orgánicos. La moral burguesa exigía: todo para el ser amado. La moral proletaria proscribe: todo para la colectividad.

(...) Si desaparecen en las relaciones sexuales la pasión ciega, absorbente, exigente, el sentimiento de propiedad, el deseo egoísta de "apropiarse" para siempre al ser amado; si pierden su fuerza la fatuidad masculina y la monstruosa renuncia a sí misma que hace la mujer, veremos en cambio desarrollarse en el amor otros rasgos preciosos. Veremos cómo se refuerzan el respeto a la otra persona, la aptitud para tomar en consideración sus derechos, (...) crecer en la aspiración, expresar el amor no sólo mediante besos y caricias, sino también por la acción común, por la voluntad unida, por la obra conjunta".

Alejandra Kolontai: "Ideología proletaria del amor", 1923.