"Ella, que había nacido en Nueva York en 1951 en plena posguerra ultraconservadora y patriarcal. Ella, que con diez años ya vivía en la calle, arropada por una manada de drags queens. De origen portorriqueño-venezolano en una sociedad supremacista blanca, fue, además, puta, yonky, sin techo, transexual y activista siempre. Luchó contra la guerra del Vietnam, a favor de los derechos de las mujeres, de la gente sin hogar, de las adolescentes que tenían que fugarse de casa para seguir viviendo, de las lesbianas, gays y transexuales, de las trabajadoras del sexo, contra el racismo junto a las Blacks Panthers y a los Young Lords, contra la estigmatización del SIDA y de los drogodependientes.
(...) Fue incansable, callejera, desbocada. Y la encrucijada de opresiones (raza, género, clase, adecuación social...) que marcó su vida condensa mejor que nada la potencia del activismo queer. Creía en las alianzas políticas porque ella misma encarnaba la intersección de todas las segregaciones (...). Solía no perderse las manifestaciones. Una vez, cuando protestaban por la muerte de un chico negro a manos de la policía, los manifestantes afrodescendientes comenzaron a llamar maricones a la policía. Ella les dijo: no, los maricones estamos aquí con vosotros. Y cambiaron sus gritos".
Itziar Ziga: Malditas. Una estirpe transfeminista.