jueves, 30 de agosto de 2018

En todas partes donde haya mujeres subordinadas a hombres.

"En una oficina no se anulan de tal forma el derecho al criterio y a la personalidad. Una tiene un jefe inmediato, del que depende y al que hay que soportar gruñidos y chistes idiotas, que es el primero en celebrar. Cierto que si la dirección choca con el jefe inmediato éste paga su disgusto con la pobre auxiliar. Cierto que si el jefe inmediato sostiene un altercado con su cónyuge, si ha perdido un guante, si padece hipocondría o le duele un callo, lo tiene que sufrir la pobre dactilógrafa. Pero, por otra parte, una hace su jornada de siete horas dentro de una disciplina mesurada y una relativa libertad. No hay que luchar con un público caprichoso y absurdo. No se está obligada a tolerar otras impertinencias que las del jefe inmediato. Y en lo concerniente a la moral... De eso habría mucho que hablar. Según. Se dan casos verdaderamente repugnantes; casos en que las auxiliares se han visto obligadas a denunciar al jefe inmediato o a pedir, con un pretexto cualquiera, su traslado a otro departamento de la casa. Esto tratándose del jefe inmediato, que cuando es el director quien origina las cosas, entonces el problema es de fácil solución: no hay más que coger la puerta... Y, a comer moralidad.

Esto no es lo general en las oficinas, pero sí lo frecuente. En las oficinas y en las fábricas y en los talleres y en los comercios, y en todas partes donde haya mujeres subordinadas a hombres".

Luisa Carnés: Tea Rooms. Mujeres obreras, 1934.

jueves, 2 de agosto de 2018

La pesada carga de ser mujer.

"Cuando mi padre se enteró de que yo tenía una hija y de que la había dejado en el extranjero, se sintió sumamente perturbado. Era un hombre inteligente y bien educado, y como es natural se dio perfectamente cuenta de que una niña que había nacido de una madre que vivía en la clandestinidad no podía ser legítima, y sufría, tanto por mí como por la niña, sufría por mi pesar y por la imposibilidad de ayudarme. No quería reprocharme...

- Oh, ¿por qué no naciste varón? -En un instante, esa expresión melancólica, que me era tan familiar, vino a mí desde los lejanos tiempos de la infancia, la expresión que solía hacerme rezar silenciosamente a Dios durante interminables horas par que Él me transformara en varón... Entonces comprendí lo que quería decir papá, comprendí que tenía que soportar una doble carga en la vida: la pesada carga del ser humano y además la carga de ser mujer".

Olga Liubatóvich sobre su visita a Moscú en 1881. Recogido en VV.AA.: Cinco mujeres contra el Zar.