lunes, 11 de septiembre de 2017

Tampoco nadie contó a las mulas.

"Muchos de los soldados que han tomado la ciudad son mujeres, guerrilleras y revolucionarias que llevan cuatro años a las órdenes de Villa. (...) Además de luchar están obligadas a cocinar, limpiar y satisfacer sexualmente a los hombres sin recibir ningún tipo de compensación por todas esas tareas. (...) Para escapar de ese destino, Petra Herrera ha partido a la revolución disfrazada de hombre. Es una especie de terrorista de género, una infiltrada al otro lado de las líneas enemigas. Lleva cuatro años haciéndose llamar Pedro Herrera, cuatro años hablando, comportándose y moviéndose como un hombre. Aprovecha las noches para lavarse, si alguien le pregunta dice que se está afeitando. De todas formas a esas horas todos están dormidos, borrachos o las dos cosas. En esos cuatro años, Petra no sólo ha aprendido a disparar sino también a manejar la dinamita. Es uno de los mejores soldados de Villa uno de los líderes indiscutibles de su ejército. Ha hecho saltar por los aires puentes, líneas de ferrocarril, cuarteles enteros. En el cuerpo a cuerpo no se queda atrás, su puntería le ha hecho ganarse el respeto de sus compañeros, que la obedecen cuando habla a pesar de no tener ningún grado oficial.

En la batalla de Torreón no se quedará atrás. El batallón que lidera es uno de los más importantes para la toma de la ciudad, el que resultará más efectivo cuando los revolucionarios caigan sobre ella después de los bombardeos. Su papel es tan destacado que el propio Villa les felicita personalmente. Petra aprovecha la victoria para detonar el atentado de género que llevaba cuatro años preparando: en medio de las felicitaciones, anuncia que es una mujer. El anuncio es como una bofetada en el rostro de Villa, que lo interpreta como una ofensa. A pesar de los ruegos de muchos de sus hombres, se niega a conceder el rango de general a Petra (...). Se calcula que en la toma de Torreón habían participado al menos cuatrocientas mujeres, pero las fuentes son confusas. Esta cifra parece referirse sólo a la participación militar directa, pero lo cierto es que prácticamente todas las mujeres que se ocupaban de tareas como la cocina y la limpieza del campamento también tomaban las armas cuando era necesario. Es muy probable que fuesen muchas más mujeres, pero nadie se molestó en contarlas. Al fin y al cabo, tampoco nadie contó a las mulas".

Layla Martínez: Batallones de mujeres en guerras y revoluciones.

viernes, 1 de septiembre de 2017

Porque pensaba que la Historia podía cambiar las cosas (V).

"La historia debe ser un instrumento de la lucha de clases, se afirmaba. (...) Todavía hoy, esta teoría no es enteramente abandonada en los círculos de los cuadros stalinistas.

En realidad, los marxistas afirman que la verdad histórica es un arma de la lucha de clases -al menos en manos de clases o de formaciones sociales progresistas. Son formaciones históricas conservadoras o reaccionarias las que, teniendo privilegios que defender o vicios que esconder, tienen que velar la verdad o deformarla. (...) Deformar la historia en beneficio para su propia clase o de su propio partido, es echar a perder un instrumento teórico indispensable para el combate y para las victorias, presentes y futuras. Mentir a su propia clase es bajarla de nivel de conciencia.

(...) Así que, cuando se falsifica la historia, cuando se miente para con su propia clase, cuando a la clase se le pone en el trance de descubrir tarde o temprano las mentiras, no se puede menos que sembrar la desmoralización, el escepticismo y el cinismo concerniente al Partido y al marxismo en general. (...) Algunos dirán que todo esto es ya "viejo cuento" y "ya pasado", pero aquél que ignora la historia de su propio movimiento y de su propia clase no está armado para rectificar los viejos o los nuevos errores. Será incapaz de solucionar los problemas que le impondrán las batallas venideras".

Ernest Mandel: La historia del Partido Bolchevique.