martes, 7 de julio de 2015

El feminismo no empezó con Betty Friedan.

"Demasiadas veces en mi vida he escuchado que la publicación de La mística de la feminidad de Betty Friedan en 1963 provocó tal impacto en las conciencias de las alienadas amas de casa estadounidenses que prendería la mecha del feminismo contemporáneo. Como escritora, no deja de maravillarme que se atribuya a un libro el poder de detonar una revolución. Y de mosquearme. Pero ¿qué potente revulsivo contienen esas páginas capaz de despertar a toda una generación de bellas durmientes?, ¿de verdad el inmenso movimiento feminista occidental posterior a la Segunda Guerra Mundial lo emprendieron las mujeres más privilegiadas?, ¿qué hacían mientras tanto las obreras, las lesbianas, las negras, las chicanas, las putas, las transexuales, las madres solteras, las monjas, las desempleadas?, ¿no luchaban contra su propia y específica opresión?, ¿no aportaron nada al feminismo?

(...) Ahí está la trampa, cuando el feminismo con la excusa de no perderse ni dispersarse por el camino, solo atiende a la opresión de género. Porque, ¿quiénes son las mujeres a las que solo afecta la opresión de género? Las blancas, heterosexuales, burguesas, pertenecientes a un pueblo no colonizado, diagnosticadas como mujeres al nacer y cuyas capacidades funcionales cumplen con la norma. (...) El argumento más utilizado para que las prioridades feministas sean aquellas que combaten solo la opresión de género es que el sexismo afecta a todas las mujeres y no así el racismo, el clasismo, la lesbofobia, la transfobia, el capacitismo, el colonialismo... Pero a estas alturas de la jugada, ya deberíamos haber aprendido que un feminismo que solo haga frente al sexismo será siempre privilegiado y reforzará todas las demás opresiones. Luchar solo contra el sexismo no nos une, sino que nos aleja, nos centrifuga, nos jerarquiza (...).

Lo que no debe volver a ser nunca el feminismo es la excusa para que unas mujeres manden callar a las otras. Las blancas que no querían dejar hablar en 1851 a Sojourner Truth, las líderes de NOW que no quisieron escuchar a las lesbianas, las lesbianas normalizadas que pretendieron arrancarle el micrófono a Sylvia Rivera el 28 de junio de 1973, las antipornografía que trataron de boicotear el encuentro que fundaría el feminismo prosexo, las abolicionistas que mandan callar a las putas... ¿Por qué será que las feministas que pretenden erigirse como auténticas y poseedoras de la verdad siempre se encuentran en una posición social superior a las feministas que tachan de equivocadas, incluso de no feministas?".

Itziar Ziga: Malditas. Una estirpe transfeminista.

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