jueves, 13 de septiembre de 2018

Porque pensaba que la Historia podía cambiar las cosas (VI).

"Uno de los historiadores reaccionarios, y, por tanto, más de moda en la Francia contemporánea, L. Madelein, que ha calumniado con palabras tan elegantes a la Gran Revolución, esto es, a la progenitora de la nación francesa, afirma que el historiador debe colocarse en lo alto de las murallas de la ciudad sitiada, abrazando con su mirada a sitiados y sitiadores; es, según él, la única manera de conseguir una "justicia conmutativa". Sin embargo, los trabajos de este historiador demuestran que si él subió a lo alto de las murallas que separan a los dos bandos, fue, pura y simplemente, para servir de espía a la reacción. Menos mal que en este caso se trata de batallas pasadas, pues en épocas de revolución es un poco peligroso asomar la cabeza sobre las murallas. Claro está, en los momentos peligrosos, estos sacerdotes de la "justicia conmutativa" suelen quedarse sentados en casa, esperando hasta ver de qué parte se inclina la victoria.

El lector serio y dotado de espíritu crítico no necesita de esa solapada imparcialidad que le brinda la copa de la conciliación llena de veneno reaccionario, sino de la metódica escrupulosidad que va a buscar en los hechos honradamente investigados apoyo manifiesto para sus simpatías o antipatías disfrazadas, a la contrastación de sus nexos reales, al descubrimiento de las leyes por que se rigen. Esta es la única objetividad histórica que cabe, y con ella basta, pues se halla contrastada y confirmada, no por las buenas intenciones del historiador de que él mismo responde, sino por las leyes que rigen le proceso histórico y que él se limita a revelar".

Leon Trotsky: Historia de la Revolución rusa.

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