"Los mineros de Greensburg, en Pennsylvania, se pusieron en huelga para conseguir un aumento de salario. Cobraban un sueldo vergonzoso. En respuesta a esta llamada, despidieron a los irlandeses, los de Pennsylvania.
Un día, algunas mujeres desesperadas, se reunieron frente a la mina para abuchear a los amarillos [esquiroles] que se llevaban el pan a la boca de sus criaturas. El sheriff vino a detenerlas a todas "por haber perturbado el orden público".
(...) Les dije a las mujeres que llevaran a sus niños y sus bebés el día que tuvieran que comparecer ante los tribunales. Fue lo que hicieron y, mientras el juez leía las condenas con multas de treinta dólares o treinta días de prisión, los niños lloraban tanto que apenas se podía escuchar la voz del anciano. Con aire gruñón preguntó si no tenían con quién dejar a los hijos. Le apunté que las mujeres de los mineros no contratan niñeras (...).
Cuando llegaron a Greensburg, las mujeres fueron cantando durante todo el recorrido por la ciudad. Una muchedumbre seguía al coche cantando también. Cuando las mujeres, con sus niños en brazos, descendieron ante la prisión, la gente les aclamó intensamente. Los policías entregaron a las prisioneras al sheriff y ambos parecían más aliviados.
El sheriff me dijo:
- Mamma Jones, preferiría que me hubieran traído cien hombres; las mujeres son fieras salvajes".
Mamma Jones, Autobiografía.
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