"En la ciudad obrera del siglo XIX se observa cómo se articulan mecanismos disciplinarios de control sobre el cuerpo; mediante la distribución de familias (cada una en una casa) y de los individuos (cada uno en una habitación). (...) Se dan a la vez mecanismos reguladores y disciplinarios. Por ello en el s. XIX la sexualidad fue un campo de importancia estratégica. La sexualidad se sitúa exactamente en el entrecruzamiento del cuerpo y la población. Por tanto depende tanto de la disciplina como de la regulación. El primero se ejerce sobre el cuerpo, el cuerpo indisciplinado que es entonces atacado por enfermedades individuales que los disolutos atraen entre sí. Pero al mismo tiempo la sexualidad disoluta tiene efectos sobre la población. Se cree que el disoluto tendrá una descendencia perturbada por generaciones y generaciones. (...) Y en la medida en que la sexualidad se encuentra en el origen de enfermedades individuales y que constituye el núcleo de la degeneración, representa el punto de articulación de lo disciplinario y lo regulador, del cuerpo y la población".
Isaac Motos Pérez, Lo que no se olvida: 1499-1978.
No se menciona a la Iglesia y su doctrina, el mayor agente de control y dominio del sexo que apoyó la evolución al paradigma actual.
ResponderEliminarLa evolución del Capitalismo y de la medicina moderna contribuyeron más a todo esto que la Iglesia. Es cierto que la doctrina católica proporcionó las excusas morales para el sistema que se estaba imponiendo, pero también las había proporcionado anteriormente para sistemas distintos. Su papel fue "sólo" ese: justificar moralmente las imposiciones estructurales, no crearlas.
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