miércoles, 1 de junio de 2016

El miedo a la improductividad.

"Los gitanos, durante todo el siglo XV, justifican su itinerancia por motivos religiosos. Y en la mayoría de ocasiones obtienen los beneficios de tal condición. Así nos encontramos que durante el siglo XV, todos, o casi todos los grupos gitanos que se hallaban repartidos ya por todo el continente europeo, portaban salvoconductos de diversos reyes, príncipes y señores que les concedían permiso de paso y protección. (...) Aunque también desde el principio son causa de sospecha constante por parte de la población civil. Este rumor se convirtió en clamor y sumados a los profundos cambios políticos, religiosos, económicos y sociales que se estaban dando en la Europa del siglo XV, propició que la consideración y el trato hacia los gitanos tomase un rumbo distinto. (...) Y el motivo más evidente de esto se cifra en el cambio de sensibilidad en cuanto al errar gitano. Pasan de ser considerados como peregrinos a ser tratados como delincuentes. El nomadismo gitano, que en un primer momento era visto como prueba de fe cristiana, pasa a ser considerado como un vagabundeo peligroso. (...) Los gitanos ya no son bienvenidos.

(...) Siete años después de la expulsión de los judíos y tres años antes de la conversión forzada de los musulmanes, los Reyes Católicos ponen a los gitanos contra la pared; o se hacen sedentarios, abandonando su modo de vida nómada, asimilándose al resto de la población o se marchan del país en plazo de sesenta días. (...) En el preámbulo de su pragmática, los Reyes Católicos señalan que la mayoría de los gitanos son aptos para el trabajo. Los conmina a abandonar su itinerancia y a avecinarse ejerciendo oficios conocidos o bien acomodarse con amos que garanticen su subsistencia. Subraya que su vida errante y ociosa constituye un desorden y un mal ejemplo para los demás súbditos. Los gitanos que se negaran a obedecer estas disposiciones y sumarse a los trabajos agrícolas, tienen sesenta días para abandonar el reino. Cumplido este plazo serán tratados como vagabundos ociosos que viven de los robos y engaños y como tal se les debía tratar. (...) La opción que se les propone es un dilema que comporta un riesgo de muerte: el etnocidio o el genocidio".

Isaac Motos Pérez, Lo que no se olvida: 1499-1978.

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