"Las mujeres sabias, o brujas, poseían multitud de remedios experimentados durante años y años de uso. Muchos de los preparados de hierbas curativas descubiertos por ellas continúan utilizándose en la farmacología moderna. Las brujas disponían de analgésicos, digestivos y tranquilizantes. Empleaban el cornezuelo (ergotina) contra los dolores del parto, en una época en que la Iglesia aun los consideraba un castigo de Dios por el pecado original de Eva. Los principales preparados que se emplean actualmente para acelerar las contracciones y prevenir hemorragias después del parto son derivados del cornezuelo. Las brujas y sanadoras empleaban la belladona -todavía utilizada como antiespasmódico en la actualidad- para inhibir las contracciones uterinas cuando existía riesgo de que se produjera un aborto espontáneo. Existen indicios de que la digitalina -un fármaco todavía muy importante en el tratamiento de las afecciones cardíacas- fue descubierta por una bruja inglesa. Sin duda, otros muchos remedios empelados por las brujas eran en cambio pura magia y debían su eficacia -cuando la tenían- a un efecto de sugestión.
Los métodos empleados utilizados por las brujas sanadoras representaban una amenaza tan grande (al menos para la Iglesia católica y en menor medida también para la protestante) como los resultados que aquellas obtenían, porque en efecto, las brujas eran personas empíricas: confiaban más en sus sentidos que en la fe o en la doctrina; creían en la experimentación, y en la relación entre causa y efecto. No tenían una actitud religiosa pasiva, sino activamente indagadora. Confiaban en su propia capacidad para encontrar formas de actuar sobre las enfermedades, los embarazos y los partos, ya fuera mediante medicamentos o con prácticas mágicas. En resumen, su "magia" era la ciencia de su época".
Barbara Ehrenreich y Deidre Englis: Brujas, parteras y enfermeras. Una historia de sanadoras femeninas.
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