miércoles, 11 de noviembre de 2015

Que nadie se avergüence de ir a un juicio y dar testimonio.

"No está bien. Ahora es el momento de hacer una firme demanda por el derecho de las mujeres. Que hermoso será cuando podamos ver a mujeres sentadas como abogadas y juezas. Vemos a pobres mujeres que vienen a ser juzgadas por hombres. Si vamos a ser juzgadas por hombres, ¿por qué no podemos formar parte del asunto y juzgarles a ellos también? Cuando una pobre mujer está frente al juez, a veces el hombre que la mira desde arriba tiene la nariz roja como un cigarro encendido. Ninguna mujer se atreve a hablar en su defensa. Le hacen ciertas preguntas para divertirse y ninguna mujer dice nada. Los hombres no tienen toda la autoridad. Yo quiero a mujeres en su lugar. Ellas sabrían qué preguntar y qué decir, cosa que los hombres no saben, porque yo he estado de pie, escuchando, y he visto a las pobres mujeres marcharse y a los hombres reírse: "Je, je, je".

Ahora, yo quiero que las mujeres se sienten en ese lugar y escuchen -no esos pedantes farragosos. Me refiero a esos abogados, jueces y jurados. Si es indecente que las mujeres estén allí, entonces tampoco es decente para los hombres. Nadie debería estar en un sitio que no fuera lo suficientemente decente para las mujeres. Éste es el problema con algunos hombres. Son tan mezquinos que no quieren que las mujeres lo sepan. Hagamos que nadie se avergüence de ir a un juicio y dar testimonio. Nadie será intimidado. Sabemos que si es una hermana la que está sentada en el lugar del juez, no hará ninguna pregunta que sea impropia".

Sojouner Truth: Discursos, canciones y propósitos, 1851.

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