miércoles, 18 de noviembre de 2015

Tu racismo no cabe en nuestro feminismo (II).

"En Nashville (Tennessee), vive un hombre blanco, Pat Hanifan, que violó a una jovencita afroamericana a la que arruinó la vida a causa del daño físico que la infrigió. Estuvo en la cárcel seis meses, fue puesto en libertad y ahora trabaja como detective en esa ciudad. En la misma ciudad, el pasado mayo, un hombre blanco violó a una chica afroamericana en una farmacia. Lo arrestaron y fue puesto en libertad bajo fianza. Corrió el rumor de que quinientos afroamericanos se habían organizado para lincharlo. Doscientos cincuenta ciudadanos blancos se armaron con Winchesters y lo protegieron. Se colocó un cañón frente a su casa y se reclamó la presencia de los "Rifles de Buchanan" (la milicia estatal) para protegerlo. La turba afroamericana no se materializó. Tan sólo dos semanas antes, Eph. Grizzard, que tan sólo había sido encausado por la violación de una mujer blanca, fue sacado de la cárcel, ante el gobernador de Buchanan, la policía y la milicia, arrastrado por las calles a plena luz del día, le fueron clavando cuchillos a cada paso y le hicieron toda la clase de crueldades que se le puede ocurrir a una turba airada; finalmente, se le ahorcó en el puente con las manos destrozadas porque intentó agarrarse a los pilares. ¡Un ejemplo claro y cruento de la sed de sangre de la civilización deciminónica de la Atenas del Sur! No se requirió la presencia de militar o cañón alguno. Se atrevió a visitar a una mujer blanca".

Ida B. Wells: Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases.

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