"En este rechazo va implícito también una negación de la gravedad y la solemnidad como registros necesarios de la rebelión política. La fiesta, lo lúdico, va a ser también reivindicado como una dimensión de pleno derecho de la cultura antagonista siguiendo esa transición de lo político en la música como "algo que se dice" a lo político en la música como "algo que se hace". Un gesto que tiene especial importancia en un contexto en el que la represión, la tortura y el asesinato de militantes era moneda corriente. Esta defensa de la fiesta y de la celebración, muy relacionada con el libertarismo contracultural que rechazaba la satisfacción aplazada y el disfrute diferido, "ya disfrutaremos cuando ganemos la revolución", se va a recoger en Euskadi mediante la incorporación, mediada por Inglaterra, de la herencia jamaicana que, como buena música afrodescendiente, ve la fiesta como una ocasión ritualizada para la construcción de comunidades".
Roberto Herreros e Isidro López: El estado de las cosas de Kortatu. Lucha, fiesta y guerra sucia.
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