"Es menester retornar a los viejos tiempos, restablecer los antiguos basamentos familiares, reforzar las normas tradicionales de la moral sexual, decide la parte conservadora del género humano. Hay que destruir todas las hipócritas defensas del decrépito código de la moral sexual; ya es hora de tirar a la basura ese pellejo inútil y fastidioso... La conciencia individual, la voluntad individual de cada cual, esos son los únicos legisladores en tan íntima cuestión, se oye decir en el bando del individualismo burgués. La solución de los problemas sexuales no será consecuencia sino de la instauración de un orden social y económico reformado de modo radical, aseveran los socialistas. Pero ¿no indica ese recurrir al futuro que tampoco nosotros tenemos el hilo conductor en las manos? ¿Resulta, en efecto, posible ya hoy en día, descubrir o, al menos, indicar, el hilo mágico que promete zanjar el nudo?
(...) Nosotros, los pertenecientes a un siglo de propiedad capitalista, un siglo de tremendas luchas de clases y de moral individualista, vivimos y pensamos todavía bajo el funesto signo de una invencible soledad moral. Esta soledad en medio de inmensas ciudades populosas, tentadoras y ruidosas, esta soledad que nos acecha incluso entre amigos y compañeros, lleva al hombre de hoy a aferrarse con enfermiza avidez a un ser del sexo opuesto, pues únicamente el amor posee el mágico poder de ahuyentar, al menos por un tiempo las tinieblas de la soledad.
(...) La crisis sexual no tiene solución sin una reforma radical de la psicología humana, sin el aumento de 'potencial amoroso' de la reorganización radical de nuestras relaciones socioeconómicas, sobre bases comunistas. Sin esta 'vieja verdad' no hay solución".
Alejandra Kolontai: "Lucha de clases y sexualidad", 1918.
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