jueves, 11 de mayo de 2017

Dudando de nuestra propia cordura.

"¿Por qué había de repente tanto conflicto con la representación sexual de las mujeres en la esfera pública? Desde mi punto de vista, era una cuestión demográfica. Las mujeres que habían terminado la secundaria a finales de los años setenta -cuando el pensamiento feminista estaba influyendo en las ideas sobre la sexualidad- se encontraban ahora a mitad de su veintena, un momento natural para la exploración sexual y la experimentación. El feminismo nos presentó conceptos como nuestros cuerpos, nuestras reglas, y al mismo tiempo, la prominente autora feminista Robin Morgan proclamaba el porno es la teoría, la violación es la práctica. Se nos animaba a que nos hiciéramos responsables de nuestros orgasmos y al mismo tiempo se afirmaba que la penetración era la práctica patriarcal de colonizar los cuerpos de las mujeres, y que cualquier mujer que lo deseara no estaba liberada. Esos mensajes contradictorios dejaban a toda mujer dudando de su propia cordura. Si las mujeres querían practicar juegos de roles o de intercambio de poder, penetrar a sus parejas o ser penetradas, o consumir pornografía en sus vidas privadas, se cuestionaban por ello sus credenciales feministas. Al definir lo personal como político, esta facción del feminismo también definía lo político como personal. Se nos instaba, usando las palabras de los cuáqueros del siglo XVIII, a decirle la verdad al poder, pero si lo hacíamos con nuestras propias voces individuales, se nos acusaba de traicionar a todo nuestro género".

Nina Hartley: "Porno: un medio efectivo para educar y modelar la conducta sexual".

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