"Y es así que entro en la casa a colaborar con mi madre, que está terminando el almuerzo y aprovecha para quejarse. Explica que está harta de las manías de los hombres con los que vive. Hasta el gorro de recoger calcetines y calzoncillos usados del suelo -para lavarlos, tenderlos, recogerlos, devolverlos a su sitio-, de levantar los platos en los que acaban de comer -que habrá de fregar-, de ser quien únicamente pasa un cepillo y un mocho cuando le dan las fuerzas -y se lo permite la bronquitis-.
Y le digo cómodamente: 'Deja de cuidarlos'. Entonces se monta la obra de teatro entre madre e hija. 'No lo hagas más, ¿qué va a pasar?', yo. Que tienen más años que matusalén, que ella ya cuidó bastante. Que qué pasaría sino estuviera. Que pruebe. '¿Y abandonarlos? ¿Y quién lo va a hacer?', ella. Que están viejos, que no saben hacer nada solos. 'Tú también estarías haciéndolo', me espeta. 'No, no estaría haciéndolo', respondo, aunque creo que digo mentiras. 'Pero es que a ti no te cuida nadie', yo.
'Algo tendré, lo que no sé es convivir con la mierda'. Y sé que hay mucho más que eso, la despensa surtida, dos menús al día, una batalla diaria contra el caos. En mi pequeña pieza teatral, la hija no va a tomar el rol de la madre, la madre no encuentra una salida para soltar su rol, el hombre no se está enterando de nada. Mi madre termina enfadada conmigo yo estoy enfadada con la vida.
Sabemos que no es nuestra tarea exclusiva pero no podremos evitar levantarnos para retirar los platos. Vemos la matriz que reparte los cuidados asimétricamente pero propondremos antes que nadie dejar de discutir. Convivimos con esa desigualdad y con nuestras intelectualizaciones. Esa pequeña esquizofrenia entre discurso y actuación (...). Probábamos las dulzuras de la vida autónoma, pero habíamos crecido absorbiendo la tendencia al cuidado -por el ejemplo de otras o por insistencia con muñecas de plástico- asignada a lo femenino. En este terreno confuso es posible la crítica feminista a la organización social que da por hecho tantas cosas, mientras en las prácticas concretas y en nuestras experiencias -urbanas o rurales, del norte o del sur- no hemos conseguido desmontar mucho. En este terreno convive todo, con cargo a nuestras espaldas, y yo no he hecho más que enfadar a mi madre".
Carolina León: Trincheras permanentes. Intersecciones entre política y cuidados.
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