"Dos años antes, en 1915, Inés Armand, Krupskaia y la mujer de Zinoviev habían celebrado en Berna el Congreso Internacional de Mujeres Socialistas. (...) El Congreso reafirmó la decisión tomada cinco años antes, en Copenhague, de honrar a las obreras una vez al año, el 8 de marzo.
En 1917, la fiesta de la mujer trabajadora tiene sobrados motivos para inquietar al general Jabalov. El frío, 40º bajo cero, ha paralizado toda la circulación. 1.200 locomotoras se han convertido en bloques de hielo. 57.000 vagones destinados al avituallamiento han quedado bloqueados en las vías. La capital es presa del pánico, del hambre y de la cólera popular.
La primera manifestación arranca en el barrio de Viborg donde militan Kalinin y Molotov. Las mujeres avanzan con trajes oscuros hasta los tobillos y las cabezas cubiertas con grandes pañuelos blancos de lana, gritando: ¡Pan! ¡Pan! A medida que las obreras se acercan a los barrios administrativos, la columna se va haciendo más grande. Algunos hombres acuden para encuadrarla: aparecen banderas rojas. A las tres de la tarde se calcula que hay 90.000 personas en la manifestación, cuando la policía trata de dispersarla. Pero no puede hacer nada ante una multitud tan grande si no cuenta con la participación del ejército. Los cosacos no hacen nada para defender a los policías, que están siendo rodeados y golpeados, y las tiendas son saqueadas.
Esa noche, el comité bolchevique vota la continuación y la generalización de la huelga. El llamamiento es redactado por un viejo bolchevique, el periodista Olminski: Formad comités de lucha, comités de libertad. Más vale morir luchando valientemente por la clase obrera que morir en el frente defendiendo las ganancias de los capitalistas".
Jean-Paul Ollivier: ¿Cuándo amanecerá, camarada? Crónica de la Revolución rusa: 1876-1917.
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