jueves, 16 de abril de 2015

Del trabajo y de la moral.

"En aquellos terrenos en que la medicina entra en relación con la sociedad que la rodea, lo normal y lo patológico dejan de ser valoraciones objetivas para convertirse en decisiones sociales".


"Las virtudes moralizadores del trabajo fueron repetidamente destacadas por los reformadores que abordaron la "cuestión social" ya desde los comienzos del proceso de industrialización. El trabajo fomentaba el orden y la constancia, evitando formas de vida peligrosas o desarraigadas.

El trabajo favorecía la adopción de hábitos y costumbres que habrían de convertir al obrero en disciplinado, productivo y previsor, alejándole de la taberna, del juego o del burdel, pero también de la holganza, del delito o de las veleidades revolucionarias. (...) Además, ayudaba no sólo a mantener ocupados a los individuos en el momento de su jornada laboral, sino a regular toda su vida, mediante el manejo disciplinado de los horarios. 

(...) La capacidad para trabajar se convierte así en un elemento normativo fundamental en el que la medicina tendrá un espacio de actuación privilegiado. Creo que se puede afirmar que, desde entonces, la medicina se convierte en un acto de regulación de la capacidad de trabajo. (...) El médico se convierte en el encargado de establecer lo que es salud y lo que es enfermedad (...), ya que la determinación de los límites de la resistencia no puede concedérsele al obrero, que siempre es sospechoso de vagancia (...). En definitiva, el mismo proceso por el que se expropia a los individuos de sus medios de trabajo, de sus productos y de su fuerza de trabajo, sirve también para expropiarles su salud y su enfermedad".

Rafael Huertas: Los laboratorios de la norma: medicina y regulación social en el Estado liberal.

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