"La creciente secularización de las ideas durante el siglo XIX produjo un cierto desplazamiento de las bases religiosas cristianas del discurso tradicional de género hacia otras sostenidas pro explicaciones naturales de la diferencia sexual que procedía de la máxima expresión de autoridad moderna: las ciencias. Entonces el desarrollo del estudio científico sobre la diferencia humana y la diferenciación hereditaria fomentó un amplio debate europeo acerca de la desigualdad de género. La antropología, la biología y la medicina ofrecieron un amplio espectro de fundamentos científicos que desplazaban la racionalidad religiosa tradicional sobre la feminidad. Una de las características de esta redefinición del discurso de género fue la moderna justificación médica que asentaba la inferioridad y la subalternidad femenina. (...) Esta autoridad moderna concedió una cobertura de objetividad científica a posturas fundamentalmente ideológicas, que justificaban las diferencias humanas en términos de desigualdad. Médicos y científicos se afanaban en establecer definiciones científicas de la identidad de género que legitimaban la desigualdad entre hombres y mujeres. (...) El desarrollo de la ciencia médica en el siglo XIX conllevó una nueva representación científica del cuerpo que destacaba las diferencias entre el cuerpo masculino y femenino en términos de oposición binaria. De este modo, se hizo hincapié en el rol de la reproducción como base primordial de la función corporal de la mujer, resaltando, por tanto, su función reproductora y su capacidad de tener hijos como único destino femenino. El discurso médico redujo a las mujeres al órgano reproductivo, marcando una diferencia inconmensurable entre los sexos basándose en una radical naturalización de la diferencia sexual".
Mary Nash: Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos.
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