"Ha surgido a menudo el debate respecto a la complicidad de las mujeres con un sistema de género que asentaba su subalternidad, o el problema de su lentitud en elaborar respuestas colectivas capaces de desafiar el poder patriarcal instituido. Una de las respuestas a esta cuestión es la enorme eficacia de la lógica del discurso de género como mecanismo cultural que refuerza la subalternidad femenina. Al sostener que las diferencias sociales entre hombres y mujeres y la subalternidad femenina eran de orden natural, se dificultaba cualquier cuestionamiento de este argumento, ya que implicaba desafiar a la misma naturaleza. De este modo, cualquier estrategia de resistencia al sistema de género de poder masculino se tildaba de antinatural. Al basarse el discurso de género en los tradicionales fundamentos cristianos de signo protestante, evangelista o católico, retarlo implicaba, además, desafiar las bases de la doctrina religiosa. El discurso de género fue elaborado por médicos, antropólogos, biólogos, filósofos y científicos sociales; es decir, emanaba de la máxima expresión inapelable de la autoridad moderna: las ciencias. De este modo, el discurso de género y los arquetipos de feminidad y masculinidad que evocaba se sustentaban en una triple legitimación natural, religiosa y científica de difícil cuestionamiento. Tenía una lógica aplastante que obligaba a la interiorización de estos códigos por parte de las mujeres. (...) Su interpelación significaba poner en cuestión las bases constitutivas del pensamiento occidental moderno".
Mary Nash: Mujeres en el mundo. Historia, retos y movimientos.
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