"El criminal se convirtió en una de las figuras centrales de la
segunda mitad del siglo XIX. Se insistía en que su número y maldad
aumentaba, y en que era preciso exigir
una mayor represión y un endurecimiento del Derecho que condujera a un
mayor número de juicios y a una mayor dureza de las penas y su
aplicación. El crimen tenía que ser sofocado y para conseguirlo, para
identificar peligrosidad social con criminalidad, era necesaria una
moral que sancionase las leyes que los gobiernos aprobaban; una moral
capaz de aunar la "sensibilidad burguesa" -tópica, de nula consustencia y
fácilmente moldeable- con la "defensa social". Defensa que consistió no
sólo en arbitrar medidas jurídicas o policiales, sino también en
justificar, de la forma más científica posible, la génesis de la
criminalidad y de un fenómeno conexo con ella, la locura, tratando de
ocultar casi sistemáticamente la innegable repercusión de los cambios
sociales que la instauración de un nuevo modo de producción imponía
sobre determinados comportamientos humanos.
Es en este contexto en el que la degeneración y la Antropología
criminal, defendiendo la existencia de unos "estigmas físicos" que
estarían en correspondencia con los caracteres psicológicos de los
criminales y los locos, iban a servir de soporte científico a quienes
interesaba ocultar que el origen de la delincuencia poseía profundas
raíces sociales".
Ricardo Campos, José Martínez y Rafael Huertas: Los ilegales de la naturaleza. Medicina y degeneracionismo en la España de la Restauración (1876-1923).
Ricardo Campos, José Martínez y Rafael Huertas: Los ilegales de la naturaleza. Medicina y degeneracionismo en la España de la Restauración (1876-1923).
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