miércoles, 10 de junio de 2015

Agentes involuntarias de su propia historia.

"En contra de los prejuicios difundidos por los observadores y comentaristas de clase media que mantenían la predisposición de las mujeres seducidas, violadas, de las hijas naturales o de las huérfanas a "caer" en el "vicio", y que sólo podían concebirlas como víctimas inocentes falsamente atrapadas en una vida dominada por el libertinaje (como agente involuntarios de su propia historia), la mayoría de las prostitutas habían nacido de legítimo matrimonio, contaban como mínimo con uno de los progenitores y no habían sido desfloradas o engañadas ni por rufianes ni por mujeres malas.

(...) Al margen de que estuvieran fijas en un espacio (prostíbulo) o deambularan, ya formaran parte de una organización o ejercieran meramente de manera ocasional o improvisada, en cualquier caso las prostitutas eran las hijas no cualificadas de las clases no cualificadas. Las condiciones de vida de estas mujeres fueron muy duras pero también lo fueron las de un número importante de trabajadoras que residían lejos de sus familias y que tenían que ganarse la vida, no sin dificultad, en el mercado de trabajo madrileño. (...) El carácter escurridizo y no institucionalizado de la prostitución callejera permitió que un considerable número de trabajadoras complementaran su salario con el comercio sexual en la calle. Podemos pensar que para muchas de ellas la prostitución pudo representar, en momentos duros y difíciles, un "refugio" temporal".

Matilde Cuevas: Las mujeres prostitutas en el Madrid del siglo XIX: control, espacios y formas de vida.

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