"Una política de la masculinidad que se centre en el cuerpo del hombre como lugar de placer (para él y para otros), en lugar de como instrumento de opresión y dolor, exige un enfoque renovado de la conducta, el imaginario y la capacidad de acción masculina. (...) Es tan fundamental no ensalzar la sensualidad difusa, romántica y no orientada genitalmente como único criterio de que el sexio es "erótico", femenino y bueno, como lo es no estigmatizar los deseos poderosos, firmes y enérgicos como "pornográficos", masculinos y malos. A diferencia de la masculinidad fálica, que representa un alejamiento respecto a un modelo complejo de placer, el "buen sexo" adopta muchas formas".
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