sábado, 3 de septiembre de 2016

¡Qué buena suerte!

"Ser mujer en Norteamérica a fines del siglo XX: ¡qué buena suerte! Al menos, eso es lo que oímos todo el tiempo. Han caído las barreras, nos aseguran los políticos. Las mujeres "lo han logrado", se viva en Madison Avenue. La lucha de las mujeres por la igualdad "en gran medida se ha ganado", anuncia la revista Times. Se matriculan en cualquier universidad, ingresan en cualquier firma de abogados, solicitan un crédito en cualquier banco. Las mujeres tenemos ahora tantas oportunidades, dicen los empresarios líderes, que realmente no necesitamos políticas de igualdad de oportunidades. Las mujeres somos tan iguales ahora, dicen los legisladores, que ya no necesitamos una Enmienda de Derechos Iguales. Las mujeres tienen "tanto", dice el ex presidente Ronald Reagan, que la Casa Blanca ya no necesita nombrarlas en puestos más altos. Incluso los avisos de American Express saludan la libertad de la mujer para usar sus servicios. Las mujeres han recibido al fin los documentos que acreditan su ciudadanía completa.

Y sin embargo...

Detrás de esta celebración de la victoria de la mujer norteamericana, detrás de las noticias reiteradas interminable y alegremente de que se ha ganado la batalla por los derechos de la mujer, figura otro mensaje. Pueden ser libres e iguales ahora, les dice a las mujeres, pero nunca han sido más infelices".

Susan Faludi: Reacción. La guerra no declarada contra la mujer moderna.

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