domingo, 2 de octubre de 2016

Que el aborto reduce el pene a un juguete hueco.

"Los medios definían la lucha sobre el aborto como un debate moral y lógico: ¿cuándo comienza la vida? Sin duda, para muchos incómodos respecto del aborto, esa era la cuestión central. Pero la animosidad peculiarmente feroz que pusieron Terry y sus seguidores en la batalla sobre la libertad reproductiva de las mujeres estaba impulsada por otras pasiones que la filosofía o la ciencia. Aunque muy bien podían estar "llorando por los niños no nacidos", esos hombres también estaban sufriendo por graves dislocaciones económicas y sociales en su vida, cambios que muy a menudo imputaban al surgimiento de las mujeres independientes y profesionales. Mientras perdían fuerza económica en el trabajo y autoridad privada en el hogar, veían a mujeres jóvenes ganando terreno en la oficina, cuestionando el control por parte de ellos en el hogar e incluso tomando la iniciativa en el dormitorio. Cuando el resentimiento por los crecientes niveles de progreso profesional femenino se mezcló con la angustia por las libertades sexuales que habían empezado a ejercer las mujeres, desarrollaron una retórica de enojo puritano para castigar a sus oponentes.

(...) Lo más desagradable en cuanto a esas activistas de los derechos de aborto (...) era su insistencia en que las mujeres tuvieran libertad para hacer elecciones reproductivas sin consultar a sus maridos. Si esas mujeres infectadas por las feministas se salían con la suya, advirtió [el presidente de la Comisión Nacional por el Derecho a la Vida] a su audiencia, a los hombres no se les permitirá decidir en cuanto al aborto. En su libro Men and Marriage [Los hombres y el matrimonio] de 1986, George Gilder muy directamente expresó el temor subyacente en buena parte de la ansiedad masculina por la libertad reproductiva femenina. La exitosa campaña de las feministas por el control de la natalidad y el aborto, escribió, desplaza más el equilibrio del poder sexual en favor de las mujeres, agota la potencia patriarcal masculina y reduce el pene a un juguete hueco".

Susan Faludi: Reacción. La guerra no declarada contra la mujer moderna.

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