"Las mujeres que son amas de casa no reciben un salario directamente del patrón capitalista, por consiguiente, no siempre ven su relación con el sistema económico. Ésta es un poco indirecta, a pesar de lo cual es una conexión estrecha. Cuando el patrón compra la fuerza de trabajo del obrero, compra también la fuerza de trabajo de su mujer. Cuanto más duro es el trabajo que el hombre está llamado a realizar, más se requiere de su mujer. Un obrero que se levanta pronto por la mañana para desayunar con la luz encendida y salir a la fábrica o a la mina durante todo el día no podría desempeñar sus deberes si no contase con el fiel servicio personal y el cuidado de la mujer que le mantiene la casa. Ella se levanta a primera hora para prepararle el desayuno, empaqueta su cesta del almuerzo y le da todo en mano preparado. Hay que ahorrarle tiempo a él, es preciso conservar sus energías. Ambos pertenecen al patrón. Ella debe consumirse para ahorrarle esfuerzos a él (...). Las mujeres que han obtenido un salario han sido las primeras entre los miembros del sexo femenino en despertarse con respecto a la realización de sus necesidades políticas y económicas, ya que su conexión con la estructura capitalista de la sociedad era directa y evidente. Las amas de casa se están despertando más lentamente, pero se están despertando. Empiezan a ver que el patrón capitalista de la mina y de la fábrica en realidad controla la fuerza de trabajo de la mujer en el hogar, adueñándose de su vida día a día, sin salario ni reconocimiento".
G. Bock, "Introducción", en E. Flexner, Un siglo de luchas. El movimiento por los derechos de las mujeres en Estados Unidos (edición alemana de 1978).
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