jueves, 7 de enero de 2016

Contra el desarrollo que nos ofrecen.

"Hemos trabajado bastante. Hemos recogido millones de toneladas de algodón, lavado millones de platos, raspado millones de suelos, mecanografiado millones de palabras, puesto los hilos de millones de radios, lavado millones de pañales a mano y a máquina. Cada vez que nos han "abierto puertas" para entrar en alguna fortaleza masculina, nos han abierto una nueva cota de explotación. (...) El plan capitalista ofrece al Tercer Mundo "desarrollarse": lo cual quiere decir, además del purgatorio  presente, sufrir también el purgatorio de la contrarrevolución industrial. A las mujeres de la metrópoli se les ha ofrecido la misma "ayuda". Pero aquellas entre nosotras que han salido de casa para trabajar, por necesidad de supervivencia o para los denominados gastos personales o por independencia económica, han puesto en guardia a las demás: la inflación nos ha dejado atadas al condenado consorcio de las mecanógrafas o a la cadena de montaje y en todo esto no hay salvación. Debemos rechazar el desarrollo que nos ofrecen. Con todo, la lucha de la mujer que trabaja fuera no va dirigida a volver al aislamiento del hogar, por más que algunas veces los lunes por la mañana el hogar pueda parecer atractivo. Del mismo modo, la lucha del ama de casa no va dirigida a cambiar la prisión doméstica por la atadura a la mesita de la máquina de escribir o a la cadena de montaje (...).

(...) El reto del Movimiento Feminista consiste en encontrar modos de lucha que, liberando a la mujer del hogar, por un lado, le eviten una doble esclavitud y, por otro, quiten espacio a una nueva posibilidad de control y de sometimiento capitalistas. En el fondo, ésta es la discriminante entre reformismo y política revolucionaria en el Movimiento Feminista".

Mariarosa Dalla Costa: "Mujer y subversión social", 1971.

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